No, no estaba drogado. Y no tuve un flashback de ácido. Que haya inhalado en los sesenta no significa que aluciné. Lo vi, de veras. Un plato volador. A plena luz del día. Grande. Enorme. Aterrizó en el National Mall, pleno corazón de Washington D.C. Todos lo vieron, hasta el contingente de turistas. Estábamos frente al Monumento a Lincoln, a los pies del viejo Abe. Yo recitaba el Discurso de Gettysburg; Lincoln me sale bien. Estaba diciendo “no podemos santificar”, cuando tocó tierra. Se me cayó la mandíbula. Señalé. Todos se dieron vuelta. La mayoría gritó.
Sí, en serio, un plato volador. Como los que se ven en los programas de trasnoche. Ya sabe, cuando uno se queda dormido con la televisión encendida y se despierta con malos efectos especiales. Parecía una tapa de aluminio de las que usan en los restaurantes chinos. Plateado, chanfleado a los lados, y plano arriba. Enorme. Llegaba desde Independence Avenue hasta Constitution, que son unas buenas dos cuadras.
Juro por Dios que salieron personas verdes de adentro. ¿Qué? Eh, género neutro, ya sabe. Soy políticamente correcto. Además, es posible que ni siquiera tengan sexos. Uno se nos acercó y dijo “llévennos con su líder”.
Ya sabe, dicen que las antiguas señales de televisión viajan por el espacio. “Mi marciano favorito”, “Doctor Who”. Imagino que las cosas verdes aprendieron inglés viéndolas. Por lo que sé, hasta pudieron copiar el diseño de la nave de alguna película. Excepto, claro, que la maldita cosa funcionaba. O sea, está clarísimo que no son de este planeta. En la Tierra tenemos gente muy rara, pero nunca supe de nadie de menos de un metro, con piel verde como de oruga aplastada y antenas.
Sí, gracias, voy a tomar otra cerveza. Planeo seguir tomando cervezas. No, idiota, no confundí un montón de enanos disfrazados de E.T. con aliens. Pude verlos bien. Cuando dijeron “llévennos con su líder”, uno de los chicos del contingente me señaló. Bueno, yo era el guía. Traté de comunicarme. Señalé la Casa Blanca y dije “líder”, pero no entendieron la idea. Así que los subí al micro. Los turistas también vinieron, claro. Los turistas les deben tener más miedo a los washingtonianos que a los marcianos.
Empecé con mi discurso de costumbre. “Próxima parada, la Casa Blanca”. Un mocoso dijo “pero ya estuvimos”, antes de que la madre lo callara. Acerqué el micro a la reja lateral todo lo que permiten en estos días post 11/9. Señalé el portón y dije “líder”. Esta vez los verdes entendieron.
Los del Servicio Secreto se pusieron como locos cuando la gente verde bajó del micro. Empezaron a parlotear por los walkie-talkies.
Las cosas verdes largaban algo que sonaba como “venimos en son de paz”. Esa es otra cosa que los marcianos dicen en las películas. Oí que varios del Servicio Secreto mascullaban “sí, claro”. Los guardias empezaron a disparar cuando los verdes enfilaron para la Casa Blanca. Pero no sirvió: las armas explotaron. Lo último que vi fue a los marcianos entrando por la puerta lateral. Le digo: por cómo explotaron esas armas, espero que sea verdad eso de que vienen en son de paz.
No tengo idea de por qué los militares no los vieron aterrizar. O por qué nuestros radares tan sofisticados no los vieron venir hace años. Deben tener algún campo de fuerza que esconde la nave. Ya sabe, como los romulanos.
Claro que el gobierno me dijo que cerrara la boca, pero este sigue siendo un país libre, ¿no? Y no pueden callarnos a todos; algunos de los turistas ya hablaron con el National Enquirer.
Como sea, usted dijo que el presidente está actuando muy raro últimamente. Sacó a los astronautas de la estación espacial, y convenció a los rusos para que hagan lo mismo. Canceló el programa Guerra de las Galaxias. Hasta dicen que al final no vamos a tratar de ir a Marte. Me imagino que los aliens le dieron la idea.
Si me pregunta, vinieron por la televisión. Con películas como “Día de la Independencia”, por no hablar de la guerra de turno en CNN, deben haber pensado que tenían que pararnos antes de que saliéramos al universo.
Sí, claro que la nave no está más. Vinieron como un millón de tipos de la NASA y se la llevaron. Parece ser el nuevo trabajo de la NASA: valet parking para extraterrestres.
Eh, el gobierno tiene que hacer algo con todos esos científicos e ingenieros.
Título original: The English Major's Revenge
Traducción del inglés: Andrés Diplotti
El original puede leerse en http://www.bookviewcafe.com
http://grupoheliconia.blogspot.com/2011/01/nancy-jane-moore.html
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