domingo, 4 de enero de 2009

La tía Escolástica - Juan Yanes


La tía Escolástica era de guayaba. Yo sabía que había llegado porque dejaba un rastro de dulzor por los pasillos. Alta y flaca como un pírgano, atravesaba el aire con el aroma de las frutas. La tía Escolástica, decía mi madre, tiene tres guayaberos en el patio de su casa que son un primor.
La tía Escolástica era un suspiro. La tía Escolástica exhalaba suspiros eternos y yo le preguntaba de dónde le salían y cómo había aprendido a suspirar. Decía, del fondo del alma y que no se aprendía, sino que era la vida. Tu tía Escolástica, replicaba mi madre, tiene muchos pajaritos en la cabeza.
La tía Escolástica decía que yo era su niño bonito y me abrazaba y me regalaba melcochas y me daba besos y me apretaba contra su pecho. La tía Escolástica no tenía hijos. Tu tía Escolástica, decía mi madre, no tuvo hijos sino penas. Entonces fue cuando empezó a suspirar más.
La tía Escolástica se quedó viuda y dejó de hacerme caricias y de darme besos. La tía Escolástica, dejó de hablar. Se quedó callada y le daba de mamar, en silencio, a una muñeca de trapo. Tu tía Escolástica, decía mi madre, perdió el tino y no debió alongarse tanto por aquella ventana.

Publicado en: http://mquinadecoserpalabras.blogspot.com/

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un cuento filosóficamente dulce, agradable y único.

¡Felicidades, por tan excelente relato!

Juan Yanes dijo...

Gracias por tu comentario Javier... Para mí es, sin embargo, un cuento triste. Como "La nieta del señor Linh". Un abrazo, JUAN

Olga A. de Linares dijo...

Coincido en que la tristeza exhala de este cuento, pero también una sutil y conmovedora belleza. Muy bueno, gracias por compartirlo.