martes, 6 de enero de 2009

Estatuaria - Nancy Jane Moore


Sobre una pequeña parcela de tierra que sobresale donde la avenida Massachusetts NW se cruza con la Calle Q en un ángulo de treinta grados, exactamente en el corazón del distrito de las embajadas de Washington, Mohandas Gandhi cruza a grandes pasos, bastón en mano, como si se dispusiera a plantarse en el medio de las dos calles.
En 1976, un coche explotó mientras atravesaba esa intersección, matando al ex-Embajador de Chile y a una mujer que viajaba con él. Fue un acto terrorista, aunque nadie lo admitiera; los Estados Unidos ayudaron a derrocar al gobierno que ese embajador había representado. La estatua de Gandhi rinde honores a esas personas ultimadas; una representación en bronce del hombre que condujo una revolución no-violenta sirve para recordarnos a la gente que fue asesinada en ese lugar. La ironía es absolutamente intencional.
Gandhi avanza, pero no cruza la calle, no mientras las personas van camino a su trabajo, no mientras las personalidades se dirigen al Cosmos Club, no mientras los turistas dan un paseo por allí. Pero a altas horas de la madrugada, cuando los dedicados políticos se han ido a sus casas en busca de unas pocas horas de sueño, cuando los turistas están a salvo en su habitación de hotel en los barrios residenciales, incluso cuando los jóvenes han regresado por un tiempo a Virginia —en síntesis, cuando no hay nadie en la calle salvo algunas personas sin hogar— Gandhi da el siguiente paso hacia la intersección. Camina a lo largo de la calle 21ª hasta la avenida Constitution, y luego una cuadra más, hasta una esquina de los terrenos de la National Academy of Sciences. Allí, un arrugado Albert Einstein reposa sobre los escalones y contempla el cosmos a sus pies, representado mediante gotas de plata y oro.
Gandhi se sienta sobre los escalones de mármol junto a Einstein. Algunas noches hablan, y de que grandes temas hablan, estos dos hombres que aportaron ideas revolucionarias al mundo desde ángulos inesperados. Otras noches, se limitan a hacerse compañía.
Washington DC es una ciudad de estatuas: a los generales, a presidentes, a los soldados, a los estadistas… a los que deberían haber sido estadistas, pero que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Pero esas otras estatuas nunca se unen a Gandhi y Einstein. En el bronce como en la vida, siempre hacen lo que se espera de ellos. No son capaces de trascender su material.

Título original: Statuary
Traducción del inglés: GvH
Corrección: Adelaida Saucedo

English version: http://www.bookviewcafe.com/

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