La circunferencia salió a dar vueltas por el escenario. Pero solo era un aro haciendo giros, y los niños no se reían. Pronto sintió que su número no tenía mucho más que ofrecer. Lo intentó dando unas vueltas más sobre una caja en forma de cubo. Ni aún así consiguió llamar de nuevo la atención.
A continuación entró en escena la esfera. Sus movimientos eran más graciosos, podía rodar hacia cualquier lado. Empezaba a divertir a los niños, que lucían en sus cabezas gorritos triangulares que les dieron a la entrada. Pero cuando ya había dado unas pocas vueltas, dejaron de mirarla. Aunque algo ocurrió para despertar de nuevo su interés: un cono cayó desde lo alto de la carpa. Y justo fue a parar encima de la esfera. Juntos formaron una simpática cabeza de payaso. Esto parecía causar más expectación, y todos comenzaron a aplaudir. Aunque ya se sabe cómo son los niños, y en pocos minutos querían ver alguna otra cosa nueva.
El polígono estrellado actuaba a modo de foco, iluminando la escena. La luz subió sobre la pista hacia lo más alto de la carpa, y ahí apareció: el trapecio estaba siendo iluminado, pero el payaso no podía subir a él. No tenía brazos. Los niños se miraban unos a otros, deseando que algo ocurriera para poder ver un número divertido.
Dos rectas paralelas entraron en la escena. Sirvieron para que la esfera y el cono formaran una cabeza de payaso con brazos. Se elevó hacia el trapecio e hizo un ejercicio de piruetas.
El espectáculo ahora sí era del agrado de todos los niños.
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