martes, 13 de enero de 2009

El asado del domingo - Sergio Gaut vel Hartman


Aristóteles Peláez estaba atando el cordero a la cruz cuando apareció Zenón Delea por una fisura espacio-temporal y se le plantó con los brazos en jarras.
—¿Así que usted suprimió la distinción entre la realidad y la apariencia del tiempo? —lo desafió Zenón.
—No voy a explicarle ese proceso a un chambón de siete suelas —dijo don Ari—. Eso está más allá de lo que puede entender, mi amigo. —Se concentró en el asado; no sabía de cuando era Zenón, pero sospechaba que espiaba para la Trans-temp Samoa. En el siglo XXIII Samoa se había convertido en potencia mundial gracias al cronomóvil inventado por Poasa Papalii. 
—Se equivoca, don Ari —dijo Zenón, tan prepotente como siempre—. La eternidad de la que habla Platón se corresponderse con el transcurso del tiempo que puede ser percibido. 
Don Ari movió la cabeza consternado; el tipo iba a seguir molestando. —Lo que da lugar a la percepción del tiempo —dijo lo más pacientemente que pudo— es el movimiento, de modo que el tiempo no puede concebirse sino como algo consustancial al mismo.
—¿Eso cree? —rió el otro.
—Eso creo. Y déjeme en paz. ¿No ve que estoy haciendo el asado para mi familia?
—Puede estar seguro de que para usted el tiempo transcurre, sí... inclemente, despiadado como el ejército mongol. —Y se volvió a carcajear como un energúmeno. 
—Transcurre, Zenón, transcurre —dijo don Ari juntando disimuladamente los elementos que se necesitan para hacer el asado—. El tiempo pertenece al movimiento, pero un movimiento puede ser rápido o lento, mientras que esto no tiene sentido decirlo del tiempo, ya que la rapidez o lentitud lo son respecto de él, ¿entiende?
—¿Y eso qué importa?
—Importa —dijo don Ari. Se comunicó telepáticamente con su familia y les informó que el asado se hacía en ese mismo lugar de la Pampa, pero en 1491. Creó una fisura infranqueable para Zenón, pasó la cruz, el carbón y la sal. Lo único que lo dejó un poco preocupado fue si conseguiría buen cordero en una época tan poco recomendable. Y hacía bien en preocuparse: la historia no es la materia fuerte de Aristóteles Peláez.

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