Harry es trabajador de la cosecha de la remolacha azucarera en Greeley, un pueblo de Colorado. Ahora viaja a Denver en un Volkswagen verde.
(Hacía calor en abril, rememora Harry al volante.)
Algo se mueve dentro de él como una pieza de relojería.
(No quiere pensar en Caroline, pero no lo evita tampoco.)
Se detiene a tomar un café a la vera del camino en las inmediaciones de Fort Collins. Allí le viene la idea de no detenerse en Denver y seguir hasta Lamy, en Santa Fe, donde Caroline cree esperarlo aún después de los años transcurridos.
Harry llena el tanque y toma para el sur por la 85 a Santa Fe, mientras todavía hay mucha luz en los bordes de las Rocky Mountains.
Está llegando adonde vive Caroline cuando recuerda el momento en que la conoció, tal vez ahí mismo, camino a Santa Fe desde el norte.
(Así fue su encuentro: Caroline sube al colectivo con un vaso con dos jazmines y perfuma a Harry con ella y con sus flores de ella. Usa un pantalón de blanca tela suave que transparenta su sudor en la entrepierna.)
Ahora Harry toma un desvío de la estatal para rodear Santa Fe y seguir al Sur sudando su recuerdo.
(Caroline apoya el vaso con jazmines sobre su bajo vientre, armando una metáfora aunque jamás haya leído a Rafael Alberti. En el camino a Santa Fe el autobús se sacude al cruzar un bache. El vaso con las flores en su pubis de ella también se mece. Harry se desespera porque sabe que la mano de Caroline ayuda al vaso a llegar allí y siente lo que ella siente al frotárselo en la entrepierna sudada.)
Mientras recuerda, una luz roja le indica a Harry que deberá esperar unos treinta segundos para retomar la interestatal 85, a pocas millas de donde debería tomar la 285 para Lamy. Harry vuelve a sufrir el calor de aquel viaje en colectivo junto a Caroline. Por eso no alcanza a percibir la luz roja y frena a destiempo. Una señora en su camioneta lo golpea duro atrás. Harry tiene un momento más de lucidez: ve que los jazmines de Caroline se han vuelto rojos como la luz del semáforo.
Caroline sube al colectivo en el cementerio donde fue a enterrar a Harry en Lamy, lindo pueblo. No deberá esperar más a que él regrese.
Lleva los jazmines en un vaso.
(Harry la ve con el vaso y los sudados pantalones de algodón; aprovecha los saltos del micro para ir adonde tiene que ir para que Caroline recuerde a Harry que la mira temblandosufriendo (todo a la vez), muerto por un fuerte
golpe a la cabeza, yendo a visitar a Caroline, quien lo espera en Lamy,
en su Volkswagen verde, alucinado por el algodón sudado y los jazmines de Rafael Alberti en el pubis de una muchacha acalorada.)
3 comentarios:
Qué triste y qué bello. Qué bien escrito. Me encantó.
Muy bien logrado el clima del relato.Animarse con un tema así y no caer en el folletín puramente romántico no es tarea fácil.
Todo un poeta, don Héctor.
No me hagan emocionar, che! Gracias a Sergio que me ayudó con la puesta a punto...
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