jueves, 4 de diciembre de 2008

Un sueño ochentoso - Saurio


Soñado el 19 de mayo de 1986

Estoy parado en una esquina de Valentín Alsina o de alguna ciudad suburbana similar. Cada vez que piso con fuerza y me concentro comienza a aparecer un charco de agua sulfhídrica alrededor de mis pies descalzos. El charco se evapora ni bien saco los pies. Curiosamente, no tenía el clásico olor a huevo podrido.
El charco que estaba haciendo crecía y ya catarateaba dentro de una alcantarilla cuando aparece Isaac Asimov y me comienza a retar. Creo que me recrimina porque supone que me meé encima. En la calle hay mucho tráfico y le hago señas de que no lo puedo oír, pese a que lo escucho perfectamente. Por alguna razón, esta incomunicación me permite patotearlo:
—A vos, ¿qué te pasa, eh? 
Asimov se olvida de su enojo:
—No, nada, no pasa nada. —Se pone miedoso y servil, me invita a tomar algo en un bar. 
Me sirven un vaso de soda pero yo no tengo ganas de tomar nada, ni sentarme quiero, pero lo acepto. Cuando estoy por pegar el primer trago veo que hay una colilla de cigarrillo flotando en la soda. 
—Disculpe —le digo a Asimov y la saco. Vuelvo a intentar tomar la soda y descubro una caja de fósforos en el fondo del vaso. Me enojo. —Esto es demasiado para mí —digo mientras dejo el vaso en la mesa. Asimov me comenta algo sobre el mal servicio y luego empieza a burlarse de lo mal que dibujo. 
Salimos del bar y aparecemos en la vereda de la cortada Uriburu, en Adrogué, donde yo había dejado uno de mis cuadros secándose, porque lo que realmente estaba haciendo era pintar y no encharcar las aceras con SH2. Descubro que me robaron el cuadro. Le digo a Asimov (que para ese entonces había rejuvenecido unos cincuenta años) que corra para un lado y yo para el otro, así atrapamos al ladrón. Después de una cuadra o dos me doy cuenta de la inutilidad de mi plan y me pongo a llorar.
En la calle hay unos pibitos jugando. Les pregunto si vieron al ladrón. Una nena rubia me contesta con evasivas y fantasías. En la calle no hay casas sino negocios y están, por supuesto, cerrados. Me acerco a uno y pienso en el grupo neo-pop “Hilda” pero no sé por qué. No toco el timbre porque es de noche y voy a despertar a alguien. Alrededor del negocio hay un pequeño abismo pero sé que si caigo no pasa nada porque estamos bajo el agua. Lentamente despierto, quiero llorar por haber perdido el cuadro y por tener que pintarlo por tercera vez (?), pero no lloro. Luego me avivo de que todo fue un sueño, de que el original descansa sobre un atril y que no está terminado. Giro sobre mí mismo en la cama y tranquilo, vuelvo a dormir. No recuerdo lo que sueño después. Eso pasa.

1 comentario:

Florieclipse dijo...

Nada raro, para haber ocurrido en los ochentas. Muy bueno. Parece un cuadro de Dalí.