Pude sentir cómo los huesos dentro de mi cuerpo se partían. Pude ver al conductor un instante, a través del parabrisas roto por mi cabeza. Luego miré el cielo desorbitado, el asfalto negro, las luces que se alejaban.
No, no, espera. No me dejes aquí. No sangrando, no roto, no solo.
Pero no hay respuesta que el silencio. Cada parte de mi cuerpo arde, duele, sangra. Pero hay silencio. El mundo no se ha llenado con mi dolor. Es extraño. Si muero aquí nada cambiará alrededor.
Mi mano está frente a mis ojos. No tengo ni una uña. Raro. ¿En que momento las perdí todas?
Me estremezco. No quiero morir solo. No quiero quedarme aquí, desangrándome.
Es mundo es cruel, al universo no le importa la cantidad de horror que debas beber. Si existe alguien, algo, no le molesta en lo más mínimo que deba hundirme en la agonía.
Miedo. No quiero estar solo. No quiero. Una luz azul, brillante. Un destello rojo. Hombres de blanco. Alivio. El universo no es tan malo. Tocan mi cuerpo, lo examinan, lo cubren, se lo llevan.
No, no.
No me dejen aquí. No me dejen solo.
Los fantasmas también necesitamos primeros auxilios.
5 comentarios:
El cuento chorrea angustia y desconsuelo. Me encantó.
Me parece muy bueno. Sobretodo el final y ya e sabe, el final es el que te deja el gustito de boca. Es difícil ser original hablando de estos temas, pero lo has conseguido.
Enhorabuena por tu relato, triste y arrollador.
Un relato impecable.
Excelente y terrible! Cuesta sacarse la angustia de encima cuando se termina la lectura.
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