Eternamente ronco podría decirse si no fuera porque eternamente es demasiado tiempo incluso para alguien que se emperra en una descripción por años y años y años, vendiendo globos semisentado en una baranda junto a las vías en la estación 9 de Julio de la línea D, con un omnipresente pucho en la comisura de sus labios colgando a punto de apagarse, contrabajeando con la pasión de una pizza mojada por la lluvia una letanía que tras varios días de escucha atenta puede ser interpretada como “A mil la tre globa a mil” aunque uno nunca sabe y quizás está diciendo otra cosa, quizás invoca a un demonio subterráneo y entonces los globos sostenidos inflados entre los dedos, la mirada amarilla y tal vez tuerta, la indolencia contra la boca del túnel y la eternidad de la presencia no sean más que un camuflaje, una cortina de humo para tapar su satánica misión, o quizás su frase sea “A mil la tre bomba a mil” y eso signifique una clave para cómplices en acciones terroristas disimulados entre la multitud que cada cinco minutos vomitan los trenes, lo cierto es que los mil a los que se refiere pertenecen a una unidad monetaria que ya hace demasiados años que no existe pero que la costumbre mantiene en uso, como inevitabilidad del karma de vivir en medio de un torbellino semiótico donde nunca nada significa siempre lo mismo o parecido.
Y con la misma fatalidad en que uno descubre que se ha tragado un diente encontrar el hueco de aire y entonces pensar en el final inevitable, ya que con sólo reclinarse un poco hacia atrás bastaba para viajar unos metros en la parte de afuera del subte y terminar convertido en un desparramo de sangre, tripas y basura, posibilidad que se mantiene en vilo y en el olvido hasta que es a la vez refutada y confirmada varios años más tarde al encontrarlo sin piernas ni un brazo en Constitución solicitando con su bramante rallador un poco de piedad monetaria de quienes siguen pasando sin mirarlo ya sea que venda globos o mutilación.
3 comentarios:
Muy, muy bueno.
Reverencia! Pero le hago una pregunta, por qué 2 de julio? No es que tenga nada contra esa fecha, pero no sabía que era tan subterráneamente importante... Cuando lo vea al vendedor, le cuento las extremidades...
¿2 de julio? Uh, recién me doy cuenta... residuos de un viejo virus de Word (han pasado al menos tres computadoras desde el ataque) que me cambiaba los números de todos los textos. Lo corrijo.
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