Premonición. Un despertar violento. Silencio. La oscuridad del sueño depositada, entera, en la vigilia. Los pasos, cada vez más cerca. De nuevo la cabeza a la almohada. Instinto. El ejercicio apremiante de otorgarle un ritmo suave al tropel de caballos de mi respiración. Inmóvil, lo miro de reojo. Una sombra se mueve en la habitación. Sé lo que busca. No hay demora en la oportunidad. El brillo de una hoja platinada enciende de nuevo el motor de mis pulmones. Ignición. Dos pasos y la sombra empuña la navaja. Cierro los ojos. El abandono también es seducción. Instinto. El hombre se detiene. Voltea hacia la puerta. Un hombre idéntico a él, lo mira. Lo último que recuerdo es el sonido de la navaja estallando sobre la cerámica del piso. Ahora, cuando camino por la habitación, procuro no molestar. Un hombre desarmado sólo es una sombra de lo que fue.
Siempre lo supe: el miedo ata.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario