miércoles, 26 de noviembre de 2008

Fugaz - Sergio Gaut vel Hartman


Hacía tres semanas que me alojaba en ese hotel, al borde del desierto, y todo parecía indicar que me habían estafado. Rosy, la mesera del bar, se sentó frente a mí y sirvió café, aunque no se lo había pedido. Parecía ser la clase de mujer que vive cinco vidas completas mientras imbéciles como yo apenas logran sostener una.
—Se lo dije el primer día: lo que busca no existe. —Entornó los ojos—. Por lo menos no en este lugar. —Preferí ignorar el comentario; era demasiado doloroso, no sólo por el dinero. Mi orgullo empezaba a parecerse a una de esas flores que se marchitan entre las hojas de un libro y nadie recuerda por qué están allí.
—Me lo dijo claramente —señalé remarcando cada sílaba—, que una vez cada sesenta y seis años, cuando Júpiter...
—¡Por favor! —exclamó Rosy con tal intensidad que volteó la jarra, derramando el café sobre la mesa y mis pantalones. Retrocedí por instinto y ella se agachó a limpiar el desastre que había hecho. En ese mismo momento lo vi. Fue fugaz, un relámpago, pero lo vi. Cuando Rosy se incorporó tenía las mejillas encarnadas y el cabello revuelto, pero aquel que yo estaba esperando ya se había ido y no regresará hasta dentro de sesenta y seis años.

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