Sin duda era la moda en los círculos esotéricos de la clase obrera. Una moda que estaba siendo un gran negocio. Se le ocurrió a una sirvienta haitiana en una noche de sábado mientras navegaba lánguidamente por la programación de las teletiendas. Aburrida del último milagro en cocina rápida y del aparato que quemaba las grasas mientras dormías, la mujer saltó a una cadena que llamó su atención. Ponían un documental que trataba el tema de las alergias, algo que a ella no le interesaba, pero en un punto de la explicación de una sesuda doctora vio que la mayoría del polvo de las casas estaba formado de piel humana. ¡Piel humana! El ingrediente principal para muchas magias. Así que ni corta ni perezosa se lo comentó a su sobrino, un avezado emprendedor metido en temas de Internet y le explicó lo que quería hacer. El chico, al principio, no confió en la idea, pero la mujer puso tal empeño en su argumentación que el muchacho, al final, decidió hacer una prueba. Primero tendrían que abastecerse de la materia prima. Hablaron con un grupo de sirvientas y sirvientes que hacían sus labores en casas de gente famosa e importante y les compraron las bolsas usadas de las aspiradoras, sin decirles para qué las utilizarían. La generosa paga calló muchas preguntas. Y ese fue el principio. Un poco de piel, un poco de magia y un tanto de publicidad en los sitios adecuados, lanzaron un pingüe negocio de venganzas a medida, y dieron acceso a la masa media al universo de la magia vudú. Por fin, la gente normal podría castigar a los inaccesibles individuos que les trataban como muñecos, esos políticos prepotentes, esos banqueros rácanos, esos que habían encontrado, por fin, justicia poética.
1 comentario:
¡Buenísimo! ¿Podrías darme el link, que tengo unos cuántos pedidos que hacer?
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