martes, 28 de octubre de 2008

Sí, juega – Sergio Gaut vel Hartman


Moshe Bernstein era un joven estudiante en la ishiva de Lublin, aunque a criterio de su maestro, el rabino Shlomo Litvak, más que estudiante era un rebelde insoportable, pedante, inconformista y testarudo. No es poco, si se tiene en cuenta que Moshe había empezado sus estudios cabalísticos con el único objetivo de llegar a Dios para explicarle todos los errores por Él cometidos en Su creación desde el génesis en adelante. Según Moshe, el universo estaba lleno de cosas ineficaces y absurdas, de incongruencias, callejones sin salida y tonterías, que era, en síntesis, la obra de un chapucero. El rabino solía reprender a Moshe por esos y otros mil despropósitos, pero el muchacho seguía imperturbable y fiel a su estilo. Consideraba que con lo aprendido gracias a su maestro, ya estaba en condiciones de interpelar a Dios y exigirle los cambios inevitables y necesarios para empezar a enderezar las cosas.
Una tarde de enero, cuando todo el universo parecía haberse helado, Moshe puso en práctica la parte decisiva de su plan. Llevaba ayunando una semana con la intención de resecar su espíritu y desprenderlo del cuerpo, pero como sabía que todo proceso necesita un golpe seco para fraguar, se agenció la sartén de hierro negro de la baba Brane y se propinó un sartenazo descomunal que sirvió de pasaje, vehículo y aduana al mismo tiempo. En Lublin, Polonia, 1894, en el piso de la cocina, quedó el cuerpo desmadejado de Moshe Bernstein, en coma profundo. Pero el espíritu, liberado de su prisión, viajó hasta la morada de Dios, y mientras lo hacía, delineó una estrategia, o varias, ya que no tenía una idea cabal de lo que encontraría al llegar.
El lugar era luminoso, templado, despojado de escenografía y sonidos. Alguien, seguramente Aquel que él andaba buscando, arrojaba siete dados sobre un tapete rojo con la frecuencia y la concentración de un obseso. Así que esto es lo que hace para manejar el universo, pensó Moshe, ¡con razón! Y como su mente era más rápida que la luz, se zambulló de vuelta en el cuerpo que aún no había sido hallado, lo reanimó el tiempo suficiente como para capturar una moneda de diez zlotys que guardaba para casos de emergencia y se impulsó de nuevo hacia arriba, decidido a arreglar las cosas de una buena vez y para siempre.

1 comentario:

pato dijo...

Guauuuuuuu!!! IMPECABLE! Genial, me encantó.
Pato.