Luego de tres semanas, Sancho vislumbra la estructura del poder. Sabe que su mandato está condicionado por los condes y que toda medida humanitaria que adopte lleva en sí misma la marca de los poderosos.
Decide crear algo nuevo. Les explica a los súbditos que de ahora en más el estado es de ellos, y que lo único que deben contemplar es la justa distribución de la riqueza insular.
Pero cuando pronuncia tales palabras, los condes deciden cancelar el juego y los súbditos apenas han entendido lo que Sancho quiso transmitirles.
Uno de ellos, varios años más tarde, viaja por Europa y le cuenta a un señor Moro, que se dedica al noviciado, las delirantes palabras de un campesino mutado en gobernador.
El joven clérigo toma nota y dice que los libros de caballería son una utopía. Le gusta esa palabra, por lo que decide escribir un libro sobre ella.
Y es así cómo el Barroco español del siglo XVII influye en el Renacimiento británico del Siglo XVI. Y a su vez, aquel Renacimiento engendra el falansterio y a Marx, que escribe para que, en el siglo XX, un médico sureño que oficia de militar en el Caribe le narre a sus soldados los capítulos del Quijote, que trata sobre la aventura de un hidalgo y su humilde servidor...
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