Partido en dos - Jorge Martín

El paisaje, frío, alguna luz perdida en medio de la oscuridad. Los sonidos de fondo, ladridos, el tintineo de algunos cacharros agitados por el viento. Las ruedas de un carro que avanza con esfuerzo. Repaso cada instante, modelo alternativas, mientras escucho el rozar de las hojas, alguna voz lejana, indistinguible de un grito. Me distraigo con minucias y frases hechas para no gritar. Y retomo la historia como pudo haber sido. Sin nada para asir, todos los improbables se agrandan. Nunca hubo un posible, me aferro a un precario equilibrio. Una ráfaga helada me atraviesa. Arrastro mis pocas certezas como un cadáver  que ya huele mal hace tiempo. Tengo las palabras todavía, envueltas en papel de regalo, morirán vírgenes en sus fundas. Respiro hondo juntando coraje. Abrí los ojos en un arranque de furia, sigue allí, de pie lo que resta, lo que no fue arrastrado con el micro que partía, lo no que quiso dejarse morir bajo el peso de un no de cinco letras. Nunca repetido diez veces, hasta que no quedó sangre en el cuerpo. 

Es muy poco, pero aun respiro. Cada segundo añadido me quema, como si me sintiera culpable de ser el único sobreviviente de una tragedia.

Hasta que el último reflejo desaparezca en el horizonte, no voy a dar un paso. Pero atrás no habría nada para volver. Ni rastros del sol desde hace días, ahora todo es más oscuro. Las luces en el cielo son de un avión que cruza y desaparece, nada va a iluminar este lugar.

Si hay ojos mirando este momento, que no entiendan y si entienden que guarden silencio. No necesito sentencias. 

Tengo que dar un paso para justificar que existo, todas las direcciones son posibles menos una. Inspiro el aire a bocanadas feroces, por si algo de su olor todavía subsiste. Me detengo, dos pisadas en la tierra y luego nada, como si hubieras escapado a otro mundo. Más cerca no menos inaccesible. Si antes era el infierno, ¿qué es ahora?