Fuga en avance - Sergio Gaut vel Hartman

Kurosawa cayó a la negra y vacía oscuridad del noblog. No había querido huir de la pelirroja, pero el instinto de supervivencia le jugó una mala pasada; las balas siempre fueron su gran trauma y tras diecinueve años de infructuoso psicoanálisis sólo logró empeorar.

El olor a fritura lo hizo reaccionar. Mientras se decía que estaba equivocado, arribó a un cuarto en el que había una mujer morena cocinando. Miró el reloj: eran las doce y cuarto, y por la ventana entraba el sol, dándole directamente en la cara.

—¿Dónde estabas? —dijo la mujer sin darse vuelta.

—Por ahí —dijo él, balbuceante.

—¿Trajiste dinero?

—¿Dinero?

—¿Hablo japonés?

—No lo sé. ¿Aprendiste japonés?

Ella lo encaró y Kurosawa dio un salto hacia atrás. Era Yoko Ono.

—¡Imbécil! —Empuñaba un cuchillo de cinco por veinte, afilado como la lengua de un líder carismático. Un gel azul le chorreaba por el brazo, por lo que Kurosawa dedujo que una criatura extraterrestre había parasitado a la viuda.

Retrocedió, aunque con menor torpeza. Golpeó contra un muro de cemento, pero un incidente fortuito le permitió, por una vez, salvar la barrera y llegar a un sitio amigable.

—¿Cómo está? —dijo Vonnegut tendiéndole la mano.

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