domingo, 21 de septiembre de 2008

Escaleras abajo - Sergio Gaut vel Hartman


Kurosawa retrocedió espantado. Primero Yoko, ahora Vonnegut. ¿Había alguna posibilidad de se hubiera rajado la realidad y estuvieran lloviendo muertos?
—¿Usted no se cayó de la escalera?
—Por la escalera —corrigió el corrosivo escritor—. Kilgore me empujó.
Era demasiado. Lo mandó a la mierda, directo y sin escalas. Ya había tenido bastante con la rubia y la pelirroja. Buscó la salida y la encontró de inmediato, pero no solucionó el problema. Estaba en medio de una larga tira de goma que venía del infinito y se perdía en el ídem.
—¿Dónde estoy? —le preguntó Kurosawa a uno que parecía estar dando rienda suelta a sus ideas menos afortunadas.
—Has penetrado al corazón de un infundibulum crono-sinclástico.
—¿Eso es contagioso?
—No, hombre, que va a ser. —Pero no aclaró mucho más. Era casi seguro que tenía una semana negra y que su único interés era no ser descuartizado por los mutantes de la Montaña Central.
Kurosawa miró el interior del infundibulum. Lo único prometedor era un pasadizo flanqueado por robustos álamos. Perdido por perdido...
—¿Quién es usted y de dónde viene? —dijo el calvo de mal talante.
—De allá —respondió un atribulado Kurosawa.
—Ah, menos mal; creí que había tenido visiones.
—No, nunca he tenido visiones, y como viene la cosa, creo que jamás volveré a tener.

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