El tipo del sombrero negro llegó al pueblo sigilosamente. Traía un misterio. Era observado por la mayoría de los habitantes del lugar, quienes captaron una esencia maligna.
Una mujer lo encontró un día frente al río haciendo una especie de ritual y en pocas horas todos los pueblerinos lo estigmatizaron. Nadie se le acercaba, pero a él no parecía importarle demasiado. Uno de los trascendidos fue que hacía pactos con el diablo, otro que invocaba a un dios propio.
Entonces ocurrió algo: un habitante lo miró fijamente y comenzó a delirar. Un hombre fue en su ayuda y terminó golpeándolo.
El pueblo entró en pánico y la policía se negó a participar del asunto, después de todo, ¿de qué se le iba a culpar?
Pasaron los días y el tipo volvió al río, tomó un tótem e hizo movimientos circulares hablando en lenguas. Muchos lo observaban... de lejos.
Comenzó a hacer calor, la temperatura subió a extremos intolerables y la gente caía desmayada. Menos él.
Cuando terminó el ritual sopló un viento fuerte que alivió a los pueblerinos. Muchos fueron a ver al cura, quien no paraba de confesar gente. El sacerdote quiso intentar lo que había visto en tantas películas y se le acercó con un crucifijo. No pasó absolutamente nada y el cura, atemorizado por la mirada del misterioso hombre, se alejó rápidamente.
Un día el tipo del sombrero negro se fue. Las personas volvían de vez en cuando al río, para ver si lo hallaban, pero no. Los pueblerinos, de una manera casi automática, volvieron a su endiablada monotonía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario