martes, 2 de septiembre de 2008

De las sábanas familiares - Eliseo Diego


Estaba tendido en su antigua cama de ébano, frente a la ventana abierta del jardín, entre las sábanas blancas, durmiendo. Lo sabía porque soñaba que estaba así tendido, soñando que soñaba. Despertó luego de caer una eternidad por el hueco de su cuerpo y, la cara entre las manos ásperas, fue a la ventana por más aire. Una luz añil fogueaba los árboles con sus lentas llamas silenciosas; las hojas metálicas se movían pesadamente bajo el cuerpo macizo del alba, y en el cantero, minerales, coralinos, los tallos delegados del rosal soportaban flores de un feroz azul resplandeciente. Pensó que aquello era extraño. ¿Cómo imaginaba plantas verdes, de un verde apacible? "No entiendo —se dijo— este rojo entrañado de las hojas. Qué raro que no sean verdes". Y sonriendo propuso que quizás se habría equivocado de sueño. "Me levanto en la otra cama, la del sueño". Con el aire de quien dispersa sus pesadillas fue a sentarse al borde de su cama, repasando con las manos, ya tranquilizado, la conocida cabecera de piedra, las familiares sábanas cenicientas.

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