viernes, 15 de agosto de 2008

A deux - José Luis Zárate


A deux

A veces un puro sólo es un puro. Y hay ocasiones en que es un refugio. No apetecía el tabaco, pero era un pequeño placer que se daba para compensar lo que vendría. Miró sus apuntes.
Por primera vez tenía que vérselas con lo que, a falta de nombre mejor, llamaba “folie a famille”. Un individuo había contagiado sus delirios a la familia entera, que orbitaba la obsesión del enfermo como si fuera la realidad. La realidad se había roto en mil pedazos para esas personas y todo era posible. Todo.
Se estremeció.
Había citado aparte a la persona dominante, “folie imposée”, para tratar de entender el mecanismo de la infección mental. Y se arrepentía.
El Dr. Freud deseó la droga que tan duramente había dejado porque tenía miedo. Miedo porque creía escuchar un caminar quitinoso acercándose a su despacho, un arrastrar líquido e inmundo, porque algo inconcebible entraba en ese instante, y se movía plural e inhumano hasta el sofá.
Soy un doctor, el doctor. Razono, soy la razón.
Pensando eso encontró la calma y pudo dirigirse a la monstruosidad con una voz normal:
—Dígame qué le pasa hoy, señor Samsa.