domingo, 9 de enero de 2011

Plagio - Sebastián Chilano


Jonás, muy enojado, buscó a Jesús, ya resucitado, y lo increpó. Sos un copión, le dijo. Jesús no le contestó. Estaba relajado. Como en el vestuario al final de una obra de teatro, ya lo habían bañado, lo habían perfumado, le habían dado la vacuna antitetánica (por los clavos), y él solito se había calzado un pijama estampado con ramas de olivos para, de una buena vez, acostarse a dormir. La indiferencia de Jesús irritó aún más a Jonás. Pero Jonás sabía que la culpa no era del chancho, como se decía por la época en las calles de Judea, sino de quién le da de comer. Así que Jonás buscó a Dios. Cuando lo encontró se quejó ante el con voz amarga. Mi historia ha sido plagiada, le dijo, has vuelto a usar mi argumento: me hiciste pasar tres días en el vientre de la ballena y ahora repetiste la fórmula con Jesús: lo dejaste tres días en el sepulcro y después lo sacaste, creo que no es justo. En su sabiduría infinita, Dios lo miró y le pidió que le nombrara un solo escritor de los pasados y de los por venir que no cayeran en la tentación de repetir una buena idea. Jonás, derrotado, se fue silbando bajito, o masticando bronca, depende de la versión que dio cada evangelista.

Sebastián Chilano

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