En los últimos tiempos se andaba sintiendo pobre. Miraba hacia atrás y sólo veía cosas que no tenía, lugares que no había visitado, actividades que no había realizado. Decidió que necesitaba de una inyección financiera. Se dirigió, por lo tanto, a una farmacia, compró una jeringuilla descartable, de las más baratas, y volvió a su casa.
Preparó el caldito en la mesa de la cocina. Reunió el agua, el limón, la cuchara y la trincheta; verificó que tenía gas en el fogón, abrió la cartera y retiró el último billete de cinco euros. Lo deshizo con la trincheta en porciones casi microscópicas, las disolvió en el agua y el limón, vertió todo en la cuchara, cuidando no derramar nada; sacó la jeringuilla del envoltorio y la llenó por completo. Se detuvo un momento cuando advirtió que se había olvidado del torniquete; fue en busca de algo que sirviera, encontró un lienzo y lo enrolló en el brazo, apretando bien. La vena fue fácil de descubrir. Inyectó todo.
No se volvió rico. En vez de eso, se fue de viaje. Es que el billete, inmediatamente antes de ir a parar a sus manos, había sido usado por algún tipo cualquiera para snifar una abundante dosis de cocaína.
Título original: A injecção financeira
Traducción del portugués: GvH
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