Cuando usted acabe de leer estas líneas, mi ilustre juez, deberá saber que he sido el primero en haber descifrado el Nombre Sagrado que se encuentra contenido en cada una de las letras de esta oración, con un orden al que arribé después de cuarenta inviernos fatigosos; de modo tal que lo que se crea que es mi muerte será una ficta desaparición, pues me habré escapado gracias a la pronunciación de la palabra secreta, siendo usted ahora el prisionero, aunque en vano buscará el orden, y me maldecirá y luego maldecirá al que se esconde detrás de estos sonidos, que es tan evanescente como el sonido de una gota de lluvia en Wadi ‘l Hijara o como el vapor de la taza de té que ahora está bebiendo, mientras inicia su búsqueda incensante, por lo que en verdad nunca terminará de leer este pliego...
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