lunes, 9 de febrero de 2009

Ladrón de tiempo - Jorge Martín


Robar minutos abandonados no era tan simple, pero todavía se podían conseguir segmentos completos de hasta media hora en buen estado sin intoxicarse. Había que ser prudente y marcar algún depre, oficinistas también servían, alumnos en clases de matemática o historia. En general era tiempo que había que limpiar un poco para poder usarlo o venderlo. Lo que costaba más era raspar los pensamientos vagos o estúpidos como ser "mañana empiezo la dieta", o "¿Dónde estarán las llaves? En un tiempo probó en un geriátrico, pero los ancianos estaban cubiertos de recuerdos y tenían un curso temporal muy enredado. Había que descontar los terminales o enajenados; eran una clase de tiempo que te dejaba sin ganas de nada y se pagaba poco. 
En raras ocasiones había conseguido hasta casi una hora sin usar. A la gente le cuesta quedarse quieta. Un gesto o una palabra bastaban para arruinar un largo segmento.
La primera vez que le había hincado el diente a un distraído le chupó más de de una semana de un solo tarascón  y casi le explota la cabeza y el corazón le latía como caballo desbocado. Fueron los peores tres días de su vida, hasta que lo desintoxicaron drenándole la mayor parte de tiempo que había digerido. Lo que había ocurrido era que estaban llenos de actividades y se le habían pegoteado al cerebro. El afectado no quedó mejor: ni siquiera recordaba dónde había estado. Con un poco de ayuda de algún infiltrado en las filas de investigaciones paranormales el hombre salió convencido que había sido abducido, en algún sentido era cierto, por alienígenas.
Por ahora contaba con apenas treinta años adicionales; había vendido siete, no era mucho. Estaban lejos las épocas en que se acumulaban años sin problemas. No les va mejor a los vampiros. Aunque los comparen dicen que no tienen nada que ver. Ahora, con el asunto de las enfermedades transmisibles, el colesterol algo y las grasas trans, tragar sangre de cualquier tipo es sinónimo de una vida eterna de porquería. La crisis afectaba a todo el mundo; por curiosidad nomás, había intentado con un corredor de bolsa y, cosa que nunca le había sucedido, en vez de robarle tiempo perdió al menos veinte minutos en ese segundo que lo mordió. Es mejor no meterse con ese rubro.

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