Tras chocar sus casualidades, la esquina fue testigo del encuentro
—¿Será posible? —preguntó el descreído, mientras abrazaba al otro más desmemoriado
Las frases fueron tan típicas que pasaron desapercibidas para el niño, que tomado de la mano de su padre jugaba a estar preso en la baldosa. ¿Cuanto tiempo podría aguantar sin tocar los bordes? Miró hacia lo alto ya cansado de no ir a ningún lado. ¿Querrá su papá, recuperar aquella amistad interrumpida por el destino, charlando por siempre en la vereda?
Una puntada en el pie derecho declaró que él ya estaba harto de estar parado. Se apoyó en el pie izquierdo pensando en la maldita casualidad que lo había atascado en esa esquina, hasta que escuchó a su padre exclamar aquella rara afirmación... —¡El mundo es un pañuelo! —aseveró el hombre mientras reía. Así fue entonces como el niño lo supo... Su única salvación estaría puesta en un rotundo estornudo y rogó por un dios resfriado.
Acerca de la autora: Lucila Adela Guzmán
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