miércoles, 23 de noviembre de 2011

El sí flojo - Fernando Andrés Puga


—¿No quiere uno, señor?
—No, gracias; ya tengo.
—Uno solito, por favor.
—No señora, disculpe pero no. Me alcanza y me sobra con los que tengo. —Si supiera esta pobre mujer que apenas me queda tiempo libre de tantos que he juntado a lo largo de los años.
—¡Dele! No sea malo. Es el último. Lo vendo y me voy a casa. ¿Sabe cuánto hace que estoy parada en este semáforo? ¡Ni se imagina cómo me duelen los pies! Ya nadie compra ¿vio? Nadie se anima. ¡Es que pasan tan rápido! No prestan atención ni cuando vengo con mi sobrina que está relinda y se viene tan… bueno, usted ya se imagina ¿no? Pero no hay caso, ni así. ¡Uy! Ya se puso en amarillo y yo dándole la lata…
No sé por qué lo hice. ¿Culpa burguesa? ¿Deseo de volver a sentir la adrenalina corriendo por mi sangre? No sé por qué, pero detuve el auto junto al cordón, bajé la ventanilla, la llamé con un chistido y mientras buscaba la billetera me di cuenta; de repente supe que otra vez caía en la trampa. Ya era tarde.

Fernando Puga

3 comentarios:

  1. Me gustó, Fernando, y no porque yo tenga el sí flojo...

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  2. El reflejo de una situación que no es nada ficcional, pero que está muy bien ficcionada.
    Coincido, por supuesto.

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