Él vivía con su mujer, en una casa que se ubicaba a dos cuadras del supermercado. Un día, revisó el cuadernito negro y descubrió que su esposa había escrito una larga lista de compras. “Tenés que ir a hacer compras, Álvaro” se leía en el final de la lista. Arrancó la hoja y se encaminó hacia el supermercado. Ya en la entrada, revisó la lista y caminó hacia los productos faltantes. Empezó a buscar y a buscar, y de repente, se empezó a sentir raro, extraño, en otro mundo. Miles y miles de precios rondaban por su cabeza, a la vez que los leía. Volvió a su casa con la misma sensación, y con la misma se sentía al otro día, cuando había regresado al supermercado. Compró los mismos productos que había comprado el día anterior, con excepción de una lamparita y un zapallo. Varios días se repitió la secuencia, hasta que un día su amor por los precios fue tan grande, que superó al amor que sentía por su mujer, y más tarde, empezó a llenar su carrito con precios, con la intención de comprarlos sin importarle que la seguridad lo echara del supermercado, y un día, se compró una máquina de precios. Llegó a su casa con la máquina quemándole entre sus brazos, y apenas la sacó de la caja, empezó a ponerle precios a todos los objetos de su casa ¡Y hasta a su mujer! Quince años después, falleció. Algunos piensan que era un loco, y otros que quería deshacerse de su mujer, por eso quería venderla.
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lunes, 2 de noviembre de 2009
El comprador de precios - Arantza Ruiz de Mendarozqueta
Él vivía con su mujer, en una casa que se ubicaba a dos cuadras del supermercado. Un día, revisó el cuadernito negro y descubrió que su esposa había escrito una larga lista de compras. “Tenés que ir a hacer compras, Álvaro” se leía en el final de la lista. Arrancó la hoja y se encaminó hacia el supermercado. Ya en la entrada, revisó la lista y caminó hacia los productos faltantes. Empezó a buscar y a buscar, y de repente, se empezó a sentir raro, extraño, en otro mundo. Miles y miles de precios rondaban por su cabeza, a la vez que los leía. Volvió a su casa con la misma sensación, y con la misma se sentía al otro día, cuando había regresado al supermercado. Compró los mismos productos que había comprado el día anterior, con excepción de una lamparita y un zapallo. Varios días se repitió la secuencia, hasta que un día su amor por los precios fue tan grande, que superó al amor que sentía por su mujer, y más tarde, empezó a llenar su carrito con precios, con la intención de comprarlos sin importarle que la seguridad lo echara del supermercado, y un día, se compró una máquina de precios. Llegó a su casa con la máquina quemándole entre sus brazos, y apenas la sacó de la caja, empezó a ponerle precios a todos los objetos de su casa ¡Y hasta a su mujer! Quince años después, falleció. Algunos piensan que era un loco, y otros que quería deshacerse de su mujer, por eso quería venderla.
HOLA Arantza. Qué personaje creaste!
ResponderBorrarA mí me parece que se volvió "medio
loquito". Sabés qué me gustaría conocer?, qué pasó en esos 15 años desde en que le puso precio a su mujer!
Logró venderla? Podrías pensar en una
continuación del cuento?, digo, qué se yo!qué metida, no? TE FELICITO !
ME-EN-CAN-TO! Ahí va UN ABRAZOOOTE
VIRTUAL...recibilo...lleva ,mi cariño.BEATRIZ MARTOS.ABUELA MATI 78 AÑOS y voy POR MÁS !!