viernes, 7 de noviembre de 2008

La vida pasa - José Luis Zárate


Nunca vi a los desolados padres que construyeron en el Panteón Municipal un cuartito blanco sobre la tumba de su hijo, cosa muy normal, y que adornaron con juguetes que observaba siempre, cuando íbamos a visitar a nuestros muertos, y yo (niño aún) me parecía lo mejor de la visita el disfrutar de los carritos y aviones de lata, pero un día cambiaron esos juguetes por balones, y luego por libros juveniles, y después por artículos de estudiantes, y más tarde por libros de leyes y juegos de oficina y entonces comprendí que a esas personas el hijo muerto les crecía más y más y estaba a punto de recibirse de abogado, y un día —el último en que me atreví a asomarse por las ventanitas del cuarto blanco— había un traje negro y un ramo blanco, de novia, y no quise imaginar qué se suponía que significaba eso, que compañera podía haber encontrado ese niño muerto que era ya un hombre.

1 comentario:

  1. Muy bueno! Por qué no lo había leído antes! Todo un misterio ahí José... y qué misterio.

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