viernes, 20 de septiembre de 2013

El valle de Firgana – Sergio Gaut Vel Hartman & Carlos Enrique Saldivar


Habían escalado más de trescientos metros cuando el terreno se niveló. Ahora la pendiente era suave y estaba surcada por vetas oscuras, costurones claramente marcados, parecidos a canales en los que bullían sustancias semejantes a la miel. Al ver correr el agua, Hestor inició una breve búsqueda de la fuente, y al cabo de unos minutos llegaron a una hondonada lo suficientemente ancha y profunda.
—Esto es el lecho de un río —dijo Iuster y, saltando con agilidad, echó a caminar por el mismo—. Lo encontraremos a unos metros. —Hestor lo siguió, entusiasmado.
Caminaron durante una hora.
—¿Cuándo hallaremos la bendita fuente? ¡Estoy agotado! —dijo Hestor.
—Pronto. Sé paciente.
—¿Cuándo es «pronto»?
—Un rato más.
Sin embargo, avanzaron otra hora.
—¡Ya no puedo…! Pásame el agua —dijo Hestor.
—Toma. Tranquilo, ya falta poco.
—¡No me tomes el pelo! ¡Sé que estamos lejos aún!
—Entonces deja de parlotear y camina.
—¡No pienso andar un solo metro! ¡Me has engañado! ¡La dichosa fuente no existe!
—Sí que existe, llegaremos, eso te lo juro.
—Regreso, adiós, persigue tu sueño solo. —Hestor intentó volverse, pero sus pies no respondían. Esto lo aterró. Iuster forcejeó con él, le quitó sus provisiones y le dijo, riendo:
—Ya no necesitarás eso. Vamos.
Trajinaron dos horas más.
—No puedo, no puedo… —susurró Hestor y cayó, desmayado.
—¡Por fin! —dijo el hombre, satisfecho de haber cumplido el rito con precisión—. ¡Oh, magnánima Firgana, recibe este sacrificio y dame sus años de vida!
El valle se abrió ante sus ojos, del centro surgió una fuente de agua que formaba el rostro de un horripilante ser, el cual se tragó el cuerpo caído. Acto seguido ilumino el rostro del devoto, llenándolo de una extraordinaria vitalidad.
Al terminar, Iuster desanduvo sin dificultad la accidentada ruta, rumbo al pueblo.

Acerca de los autores:
Carlos Enrique Saldivar
Sergio Gaut vel Hartman

1 comentario:

Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia dijo...

Hola,Sergio y Carlos Enrique.
Me encantó su cuento.
Un saludo grande.