martes, 13 de agosto de 2013

Licores para el camino - Rafael Blanco Vázquez


En realidad no sé si me gustan los hombres o simplemente yacer con ellos, porque luego tampoco es que los aguante mucho.
(Estamos todos locos, decía el narrador de un relato de Carver).

El caso es que yo voy tan tranquila por la calle, veo pasar a un tipo que me gusta y pienso: “Éste para mi coño”. Y le entro y, más tarde o más temprano, me lo meto en el coño.
(Más temprano que tarde, porque soy impaciente y si me hacen esperar no insisto).

También me gusta besarlos. Me gustan todos los licores del hombre.

Soy una chica solitaria. Me gusta follar y decir yacer. No me gusta que me molesten cuando estoy leyendo. Me gusta acostarme sola y pensar que moriré sola. Me gusta estar sola en casa y pensar: “A ver a quién me cepillo hoy”. Y salir y buscar y encontrar y bajarme las bragas y fornicar, otro gran verbo. Creo que lo que más me gusta del mundo es el momento en que me bajo las bragas. Me gusta la emoción que se dibuja en las caras de algunos cuando ven los primeros pelos (debe de ser el misterio de la creación). Y me encanta el calor de mis tetas contra sus torsos.

Los tipos me duran más o menos, eso es una angustia que yo no tengo. A veces compartimos momentos inolvidables que al cabo se nos olvidan. A veces todo queda en un único encuentro. Pero siempre pregunto sus nombres y apellidos (me encantan los apellidos) y todo lo que empieza acaba.

Soy de llorar en soledad. Las lágrimas me lavan y a empezar de nuevo por donde lo dejamos. Soy de cambiar de país, de ciudad, de barrio. Soy de pocos amigos, soy de mis lecturas, mi música, mi nostalgia. Me alegra y me entristece no ser más que yo misma, quisiera y no quisiera ser todo el que no soy.

Deambulo por el mundo a la búsqueda de nada, quisiera perecer desposeída. Ni ancestros ni herederos, como un suspiro gratuito, como un viento arbitrario, sin haber sido más que mi trayecto.

No hay comentarios.: