domingo, 9 de junio de 2013

Guiso de habas – Sergio Gaut vel Hartman & Maria Ester Correa Dutari


—¿Usted está seguro de que lo que escribe es también interesante para los demás? —Agnos removió el guiso con un tenedor y se concentró en las habas; eran enormes.
—No lo sé —respondió Loretta—. Nunca se sabe. Los que se acercan a comentar algo que escribiste te adulan, los que no se acercan tal vez piensen que es una bazofia.
—Como este guiso, sin ir más lejos. —Ahora Agnos sonreía. Le costaba creer que solo era un personaje, que su vida entera estaba en mis manos. De pronto se dio cuenta con quien estaba hablando, de que a pesar del tratamiento y la medicación, lo seguiría haciendo, y que ese conocimiento lo iba a volver loco. La sonrisa se borró de sus labios.
—Los cuentos, como los guisos, si no acaban cuando corresponde se terminan convirtiendo en un pastiche frío e incomible. —Loretta, en cambio, disfrutaba jugando el rol del escritor. Sabía que no lo era, que solo se limitaba a representarme.
—Ya mismo lo termino; ¿no vas a comer? —Loretta movió la cabeza. Había urdido un plan para hacer desaparecer a Agnos. Y no era la primera vez que hacía algo como eso. En su haber se contaban pistoleros, asesinos, prostitutas y proxenetas. Pero habitualmente nadie reclama, aunque no estén conformes con su estilo que, está de más que lo diga, es el mío.
—No, no voy a comer. —Loretta se levantó de la mesa para dirigirse al escritorio donde estaban los borradores; había decidido borrar a Agnos del cuento.
—Lo cierto — dijo Agnos, que ignoraba por completo los propósitos de Loretta (y los míos)— es que tus cuentos son malísimos, nada es creíble, aunque debe quedar en claro que yo soy un escéptico, de allí mi nombre. En realidad, no sé por qué me preocupo: yo no soy el que no vende un miserable libro.
—Tu opinión es irrelevante —dijo Loretta levantando la vista de los papeles—; sabés perfectamente que el que decide la continuidad de la historia soy yo, para eso soy el escritor. —Tomó una de las lapiceras, pero descubrió que en ella apenas quedaba tinta—. Y el final está cercano —concluyó abrumado por las crecientes dificultades.
—¿Ah sí, cómo es eso? —El tono de Agnos era desafiante—. Los mediocres tienen una única forma de terminar un cuento: matando al personaje, ¿no es cierto? Pero sabe que no lo va a hacer, aunque de no seguir escribiendo la obra esta quedará inconclusa, ¿no es así?
Loretta miró a Agnos, incrédula. A medida que avanzaba la conversación se había ido dado cuenta que se desdibujaba, que ya no proyectaba sombra, que apenas era un garabato en la hoja, un línea torcida que se perdía en los vericuetos de la historia, y finalmente apenas unos puntos suspensivos.
—¡Esto es imposible! —exclamó Loretta antes de desaparecer por completo.
—¡Pobre tipa! —dijo socarronamente Agnos—. Cada vez que come estos guisos termina con indigestión, delira, se cree la protagonista del cuento, aunque debo admitir que es duro ser solo un personaje secundario. Ahora solo me queda tomar las riendas del cuento y continuar con su escritura hasta terminar la historia.
Le permití que lo creyera durante algunos minutos. El guiso estaba delicioso y hasta pasé el pan por el fondo de la olla.

Acerca de los autores:
María Ester Correa Dutari
Sergio Gaut vel Hartman

1 comentario:

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

María ester comentó los otros tres cuentos, pero tiene un lógico pudor a la hora de decir algo de este. Sin embargo, y aunque tampoco yo seré "evaluativo" me animo a decir que es un verdadero placer escribir con ella...