sábado, 18 de mayo de 2013

La flor cortada - Cristian Cano


Me gustan mucho. Siempre traigo una y la pongo en un vaso con agua o la clavo en la maceta de la cocina. Sospecho, sí, que al pensar en una flor instantáneamente cortan una. Pero no soy una tijera, tampoco una mano indiscriminada. Imagino para tratar de no matar. Las veo enteras, fuertes y también peno por ellas hasta el punto de saberme un criminal. Momento aletargado y laceral: me digo que es el bien en contra del mal. ¡Redimiéndome! A veces, ni lo pienso, y la corto. La arranco. Después, sueño con un arisco ejército floreado rivalizar con la muerte. Mi muerte. Coloridamente proclaman: ¡asesino! Algo de culpa llevo. Sí. Me da lástima cortar las flores, pero con en el tiempo siempre termino por descubrir un aroma que me asegura: son suicidas. Viven y gozan el esplendor transformado cuando las decapitás y exhibís en el vaso con agua. Un acto abominable.


Acerca del autor:  Cristian Cano

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