martes, 16 de abril de 2013

Pica pica - Fernando Andrés Puga


—¿Una naja? — se sorprendió el doctor, sin sacarse el turbante.
—Sí. Elevó la parte delantera de su cuerpo y se me vino encima. Dígame. ¿Qué me va a pasar? -se asustó la joven turista venida de algún país del norte.
—Primero un picor intolerable. Se pondrá usted frenética rascándose. Después, un coma respiratorio. Difícilmente logre sobrevivir. Y no se moleste en buscar. No hay antídoto.
—¿Y cuándo empiezan los síntomas? —dijo mientras se acomodaba los luminosos cabellos de sol.
—De inmediato. ¿No siente ya el ardor?
—¿Y si visito a un derviche? —preguntó con la ilusión brillando en esos bellos ojos del color del mar—. ¿No tendrá algo para darme que solucione el asunto?
—¿En qué está pensando?
—No sé. Alguna gema mágica que irradie algún efluvio curativo si se la apoya en la roncha. Algún brebaje para untar o beber... — agregó apretándose la irritada mejilla de porcelana, tan blanca como la nieve.
—Y vaya. ¿Qué puede usted perder? Siga el camino adoquinado y al llegar al final métase por la cueva de la derecha. Es un lugar oscuro. Le va a parecer un tugurio, un negocio fraudulento, pero no se deje llevar por las apariencias. Ahí vive el mejor derviche del pueblo, el más anciano y sabio. No sé si la curará, pero sabrá qué hacer y seguramente no será indiferente a su visita.
—¿A qué se refiere?
—Conoce las mejores técnicas para embalsamar y sin duda usted, hermosa señorita, le resultará un ejemplar más que interesante para su colección.


Acerca del autor:  Fernando Andrés Puga

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