lunes, 11 de febrero de 2013

La reina - Héctor Ranea


Llevan a Margot a la sala de operaciones. Dijeron que le tenían que sacar un quiste importante alojado en un recoveco de la aorta descendente. Cosas de anatomía que no le preocupaban a ella, sino más bien al médico. Por eso un día, preocupado, le pidió que se internara y que buscaría un quirófano libre para sacarle la molestia, que para Margot era más bien una suave presencia.
Se internó a la mañana de un día de lluvia. La prepararon pronto para la operación y la llevaron. Cuando entró por el túnel de las camillas, se sintió un cadáver entrando al crematorio, pero eso duró poco. Una señorita la esperaba del otro lado, se presentó, le preguntó su nombre y el del médico. Para Margot todo parecía normal, porque nunca antes había entrado por ahí. La señorita que la recibió la llevó a una sala muy iluminada, muy llena de gente y de sangre. Dos médicos estaban trabajando sobre un cuerpo y, a juzgar por la sangre que los cubría, el cuerpo debía estar siendo operado de algo grave.
Ella reconoció en uno a su médico. Le pidieron a la que jalaba a la paciente, que entrase, que en un momento seguirían con Margot. Así que la dejaron al lado de la mesa de operaciones, esperando una cirugía de la que nunca había tenido detalles. Notó que la mujer que la llevó hasta ahí dudó, quiso sacarla, pero el cirujano invitó con la mano ensangrentada y ella no tuvo más remedio que entrar. Margot pasó por ese momento con zozobra.
Mientras esperaba, dos niñas, una pelirroja, le ataron los brazos a sendos apoyos que sacaron de no sabe decir dónde y le dibujaron algunos signos en las axilas, tratando de no hacerle cosquillas. Después, como ya estaba desnuda, la lavaron con una suerte de lejía oscura pintándola color sangre, pensó Margot, para que no se notase la propia al propinarle la cirugía.
La niña pelirroja comenzó una danza que a la paciente le pareció ridícula por lo que quería reírse, pero no podía. Mientras, sacaron el otro cuerpo de abajo del fanal y la pusieron a ella que seguía viendo bailar a las dos niñas ahora, aunque desde esa posición fuera imposible. La sombra del médico se dibujó en una sonrisa cadavérica. Margot quiso gritar pero desde atrás alguien le tapó la nariz, introdujo el tubo y no vio más nada.
—Los laberintos han sido hechos para salir, no para entrar —decía el médico mientras, al parecer, cortaba carne de algo que a Margot le parecía ser ella—. No tenemos nada más que las apariencias y las enfermedades son sobrantes. La verdadera salud está en la nada —seguía el ensangrentado hombre, que se limpió la frente con un pañuelo que Margot reconoció como el de su pareja y tan sólo verlo comenzó a sentir que del fondo de su diafragma se expelía todo el aire y la sangre faltante se le escapaba de todos los músculos, de la cara, de la serpiente que parecía estar bailando entre los brazos del médico que en éxtasis le mostraba los clavos que ella había englutido para matarse. Todos los médicos y las médicas bailaban de la mano, tomados con las niñas.
Una de ellas se acercó a la enferma y le dijo:
—Todo sucede después de que haya sucedido todo. Eres la causa de todo, Margot, muñeca rubia de pasto tierno.
La luz del fanal se extingue. No existe nada más. Sin luz no hay laberinto. No hay mundos. Cuando la enferma despierta sabe que está muerta y que los médicos que la rodean no pusieron la sangre para sanarla de su muerte sino para sacarla de su silogismo errado. Se va despertando de a poco. Nota el cadáver de la pelirroja al flanco derecho. Sus cabellos aún flotan como si bailara.
—¡Es Ofelia! —grita Margot.
—¡Es la Reina Margot! —gritan en el quirófano.
El mundo se comprime a un cabello de la Reina. Un finísimo cabello que desata y ata la cicatriz de la pelirroja y el ojo del moribundo que arrastraron antes que a ella al precipicio. Margot cierra los ojos mientras sabe que la mueven fuera, que la están moviendo a la cárcel de la vida una vez más, ya desatada de sus cuerdas, de sus clavos, de sus penurias.
Cuando el médico la vuelva a ver, será una nueva mujer sin memoria de sus muertes anteriores.

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