jueves, 24 de enero de 2013

Nuevo encuentro en Telgte – Héctor Ranea


El literato del país Juri nos dejó sin aliento. A los humanos, porque a los indulitas los dejó sin agua, a los adulagrios los dejó sin alientos y así siguiendo con la lista que sería interminable.
La poesía de Jiri de Juri era la más deliciosa, la más tersa y a la vez la más sencilla. Además, en la voz de la traductora, las palabras que se transparentaban en los suaves fonemas de Juri mutaban en percales de Elvira Madigan, en echarpes de Isadora Duncan y, dada la lejanía del literato de Juri, su figura temblaba dándole aspecto de baile de una diosa hindú con sus manos, piernas y sexos inalcanzables.
Poco después de finalizada la novela Juri, la misma traductora debió traducir un juitrui de Gretiam pero se retrasó en la entrada y le complicó al poeta la lectura de las seis caractelas de dos fonemas y debió suicidarse.
Lástima. Hubiera querido que esa seda voluptuosa que cubría sus lenguas me revisasen mi intelecto, algo dañado por la anoxia de la vida en suspensión que debí usar para llegar al congreso. Me fijé y vi a varios congresales con lágrimas o similar en sus ojos o cosas parecidas.

Sobre el autor: Héctor Ranea

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