martes, 13 de noviembre de 2012

Los pies culpables no tienen ritmo - Jaime Arturo Martinez Salgado


<LEO de junio 24 a agosto 23. Una tarea asignada esta mañana le dejará furioso el resto del día. Trate de no descargar su mal humor en los seres queridos.>
Una brisa fría envolvía la mañana, al punto que el sol apenas se sentía. A las 6:58 a.m. había timbrado su tarjeta en su lugar de trabajo y casi al momento el jefe de personal le hizo entrega de la lista de labores que realizaría durante la jornada. La miró asombrado, porque sólo tenía una tarea: acudir a la sucursal 23 – que está en los Altos de Compostela, al noreste de la ciudad – y sustituir a un vigilante que se había reportado como enfermo. Esto lo motivó a reírse cuando leyó su horóscopo mientras viajaba en el metro al lugar señalado, donde le esperaba una apacible jornada, en medio de un ambiente refrigerado.
En su primera ronda descubrió a una de sus amigas, que atendía una de las cajas recaudadoras. Era Julita Rosario con quien sostuvo un corto romance, hacía más de dos años. Se acercó con discreción, la saludó y le lanzó un besito. Durante la mañana pasó varias veces y siempre la miró con interés. A las 12:30 p.m. cerraron el almacén y todo el personal se fue a almorzar, hasta las 2:00 p.m. cuando volverían a abrir. A la salida la buscó y la invitó a comer, a lo que ella aceptó gustosa. A la vuelta encontraron una panadería, donde consumieron pastelitos de carne molida con jugo de guayaba. Él estaba sentado frente a la calle y de pronto vio el letrero: MOTEL 24 HORAS. Enseguida atacó con los mejores argumentos: que quedaba mucho tiempo, que podían descansar, hacer una corta siesta, darse un baño reparador…y ella aceptó.
Luego de ingresar a la habitación le dieron seguro a la puerta. Estaban en el tercer piso, lejos del trafago citadino cuando él empezó a acariciarla. Ella lo rechazó de plano y le recordó que sólo venían a reposar, hacer una corta siesta y darse un baño. Y así fue. Cuando faltaban diez minutos para las dos intentaron abrir la puerta, pero el seguro se trabó. Lo intentaron varias veces y terminaron por golpear la puerta, gritar y pedir auxilio y sólo veinte minutos más tarde, el portero acudió y abrió desde fuera. Los dos salieron en estampida y al llegar a las escaleras del segundo piso, él se fue de bruces y, en medio de volteretas fue a parar al rellano. Cuando llegaron al sitio de trabajo, ya eran las 2:32 p.m.
Al anochecer llegó a su casa, su esposa le abrió y el entró cojeando. Cuando iba a empezar a hablar, ella lo cortó de tajo y le dijo:
—Tus compañeros me llamaron para contarme que te suspendieron tres días y yo te voy a suspender para toda la vida. Debiste desnucarte en esa escalera.
El apretó los puños e intentó replicarle con un grito, pero decidió que su horóscopo se cumpliera al pie de la letra.

El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado

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