domingo, 5 de agosto de 2012

Voces que naufragan - Maru Alzugaray


Hay océanos de palabras que van formando pedacitos de tierra firme, como islitas que llevan cada una un nombre distinto y que tratan de unificarse poco a poco en un todo.
Tratan pero no pueden. Siempre hay un escollo que aparece, un mar revuelto que las separa aún más, una tormenta que las sacude y les quita el valor original, el significado primigenio.
Desgastadas, pero no vencidas, reintentan volver al camino que se han trazado… y se agotan con tanto esfuerzo. Prueban con descansar y recuperar fuerzas.
Inútil y engañoso sueño. Lo que se perdió se perdió y no hay manera de recuperarlo.
Piden ayuda a las otras palabras, las que se dijeron, a ver si juntas pueden. Y algo logran, pero no alcanza.
Las últimas palabras dichas, las aéreas, tienen un peso tan grande, un poder tan elocuente, una verdad tan indudable que toda insistencia naufraga. Con suerte, seguirán flotando a la deriva; sin suerte, se hundirán en ese mar de silencio y de ausencia.
Doloridas, las islitas tratan de juntar despojos, restos, palabras enteras en el mejor de los casos, y van armándose como pueden.
Y allí se quedan, rezando para que el mar no las golpee tanto, para que el oleaje suave deposite en sus costas lo que les falta, lo que tenían antes y ya no…
Y se llaman a silencio, obligadamente.
Y reflexionan…
En algún lugar del camino recorrido hasta ahora debe haber un error…
Pero no pueden ver dónde ni cuál es ese error…
Y surgen, entonces, respuestas. Duras, contundentes y reales, tan reales que ya no dejan posibilidad para la ilusión ni para los sueños. No hay lugar para ellos en esa realidad…
Para no perderlo todo, se reacomodan. Quizás, si hay un viento a favor que las ayude, se podrá pensar en ser, pero de otra manera.
Lo escrito y lo dicho tiene un significado; sin embargo, también se pueden encontrar otros que permitan salvarlas del naufragio total.
Piensan, acertadamente, que la paciencia y la comprensión también tienen un límite y que ese límite ya no puede extenderse más de lo que lo ha hecho. Que sus fuerzas naturales son poderosas pero no lo resisten todo, que no son totalmente inmunes.

Y es así como, con muchísimo dolor, las palabras empiezan a separarse: cada islita se devuelve las palabras que no les corresponden y cada una se queda con las propias…

Tal vez, una brisa suave y benéfica, cálida y aromada, algún día vuelva a acercarlas. Y serán palabras maduras, fortalecidas por la experiencia vivida, enriquecidas por la esperanza de ser y de no tener que dejar de existir…


Acerca de la autora:
Maru Alzugaray

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