martes, 12 de junio de 2012

Luto en Marte - William E. Fleming


Las arenas, a lo lejos, en el horizonte, esparcían un manto rojo sobre el cielo de tonos azulados; leves pinceladas ocres y rosadas se mezclaban en el paisaje. Hace años el planeta empezó a ser terraformado, convertido en un dulce hábitat para que la humanidad se lo comiera y luego escupiera como habían hecho con la Tierra.
Un hombre andaba despacio. Su sombra jugaba con la tierra rojiza, dejando su calzado negro manchado por el polvo que se levantaba. Sus pensamientos se mezclaban con el dolor de la muerte. El fin del tiempo para otro humano, no, para un Dios que había creado este mundo. Entre sus manos descansaba una urna plateada.
––Trajiste la creación a un planeta que parecía moribundo. Con tus manos modelaste el pasado de una tierra y el futuro que acontecerá a un nuevo mundo para el ser humano.
––Fuiste el Dios que todo ser viviente necesita –tradujo para todos la bacteria traductora en nuestros cerebros–, el humano que nos creó, guardó nuestra historia y dejó que conociéramos el infinito en las páginas –el personaje de piel escamosa y ojos amarillos pestañeo.
El humano, dejó resbalar una lágrima por su mejilla, huidiza de la cárcel de sus gafas oscuras; pronunció una letanía en lenguaje marciano, para dejar caer el polvo del interior de la urna esparciéndose por el aire. Las cenizas formaron un remolino que se unió al polvo de la tierra, en un vals perfecto alzándose en la atmósfera. Ahora el hombre conocido como Ray Bradbury, viviría por siempre en el planeta rojo.

Acerca del autor:
William Fleming