martes, 12 de junio de 2012

Con los aros del tiempo – Héctor Ranea


—¡Te dije que no lo hicieras, mamerto! —contestó airado el ayudante de cámara de Lady Miñot— ¡Tenías que mantenerla ocupada y eso que hiciste la distrajo, zopenco!
—Bueno, está bien. ¡Entonces la próxima vez vas vos y me dejás de joder! —contestó no menos enojado Vladymisto, el aludido—. Sabés que tengo poca paciencia y no me banco esos ruiditos que hace la máquina. Si al menos fuera como nuestro tocadisco... —agregó.
—¿Qué tocadisco? —saltó curioso Cumparsito, el ayudante de Lady Miñot—. ¿No me dirás que trajiste un tocadisco?
—¿Y para qué me mandás a robar un disco de Tony Bennett al siglo XX, me querés contar?
—¿Y para qué sirve esa cosa? Digo, el tocadisco.
—¿Cómo para qué sirve? ¿Y para qué querías el disco?
—Se le terminaron los aros a Milady, claro.
—¿Y el disco es para eso?
—¡Todos los discos son para eso, tarambana!
—¿Usás la máquina del tiempo para traer discos que no sirven? ¿Y para qué quería uno de Tony Bennett?
—Es que le gustan. Son sabrosos.
—¿Sabrosos? ¿No son para funcionar como aros de esa mujer?
—No. Los aros los hace después de comerse los discos.
—¡Con razón son tan sabrosos los discos! —concluyó Vladymisto, viajero del tiempo.


Acerca del autor:
Héctor Ranea

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