lunes, 7 de mayo de 2012

Inseguridad - Claudio Biondino


Andrés Agüero salió a la puerta de su nueva casa y contempló, embelesado, el tranquilo y elegante vecindario. Era igual a los de las películas, tal como siempre lo había soñado. Todo había sucedidido con gran rapidez pero, aunque le costaba creerlo, era verdad. Sus virtudes como ingeniero en sistemas le habían permitido salir del infierno en que se estaba convirtiendo Buenos Aires, y lo habían transportado al paraíso.
Aún recordaba el sudor frío que se deslizaba por su frente y sus manos, la sensación de angustia y desamparo, cada vez que veía el noticiero o leía los periódicos.
Barras y Estrellas por Siempre
Trágico secuestro express en Villa del Parque. Un hombre es obligado por dos delincuentes a recorrer varios cajeros automáticos, y muere en tiroteo entre los malvivientes y la Policía.
—Este país de mierda no tiene arreglo, Miguelito. —La rutinaria cantilena de Andrés se había vuelto, últimamente, un tanto exasperante para sus compañeros de trabajo. Pero no por eso dejaban de estar de acuerdo con él.
—¿Y? —preguntó Miguel, al tiempo que asentía con un gesto—. ¿Ya aplicaste para la empresa yanqui?
—Sí, quedaron en contestarme esta semana —le respondió Andrés. Y sólo él sabía la importancia que tenía para su vida esa posibilidad de trabajo en el exterior.
No se trataba simplemente de ambición económica. Quería verse libre del miedo. Por eso no lo convencían las grandes ciudades, como Nueva York o Miami. Pero la empresa a la que había enviado su postulación ofrecía un puesto de trabajo en un pacífico pueblo de Nueva Inglaterra. Imaginaba los hermosos barrios de casas americanas, prolijas, con jardines cuidados y niños jugando felices en las calles.
—¿Y qué vamos a hacer en un pueblo donde no conocemos ni al loro? —Romina, la mujer de Andrés, no comprendía los sueños de su esposo—. Además, nos vamos a morir de aburrimiento. A la noche no hay nada para hacer, y yo escuché que los gringos son muy amables pero, después del horario de trabajo, no te dan ni la hora.
—¿Querés saber lo que vamos a hacer? —le respondió Andrés levantando la voz sólo un poco, lo suficiente—. Nos vamos a asegurar el futuro económico y, por si eso fuera poco, nos vamos a librar de esto.
Señaló al televisor.
Barras y Estrellas por Siempre
Matrimonio y dos hijos asesinados por malvivientes que los sorprendieron cuando entraban en su domicilio. "Los cacos los maniataron y los golpearon hasta matarlos, para averiguar dónde escondían el dinero", aseguró una fuente policial. Familiares insisten en que no había dinero en la casa.
El día de la noticia fue el mejor en la vida de Andrés. La aceptación de su solicitud le fue comunicada por correo electrónico. No hubo gritos eufóricos, ni saltos de alegría. Sólo suspiró, cerró los ojos, y sintió que el esfuerzo que había hecho para escapar al funesto destino de haber nacido sudaca comenzaba a rendir sus frutos. Romina se limitó a empacar y a seguir a su marido.
Andrés recordaba todo esto mientras contemplaba con satisfacción su nuevo vecindario desde la puerta de la casa que le había conseguido la empresa. Acababa de salir a tomar aire tras el sobresalto que le habían producido los primeros compases de Barras y Estrellas Por Siempre, emitidos por el televisor un par de minutos atrás, como si un pájaro de mal agüero lo hubiera perseguido hasta su nuevo hogar. Inmediatamente recordó que allí se trataba de una marcha patriótica, y no de la cortina musical de un noticiero amarillista. Pero la opresión en su pecho lo había obligado a salir en busca de un poco de aire fresco. Quería sacudirse del cuerpo aquella horrible sensación.
Caminó por el jardín, sintiendo crujir bajo sus zapatos las primeras hojas muertas del otoño de Nueva Inglaterra. En ese momento, los últimos rayos de sol se ocultaban detrás de las fachadas de las casas vecinas. Pero Andrés no se preocupó. El barrio, por supuesto, estaba perfectamente iluminado. Salió a la vereda. Una sensación de profunda seguridad flotaba en el ambiente. Tal vez por eso no prestó atención al sonido producido por los cascos del caballo que se acercaba, a todo galope, por la calle principal.
Sencillamente, se negaba a percibirlo porque aquello estaba fuera de lugar. Pero el sonido se volvía cada vez más estruendoso, de modo que tuvo que aceptarlo y volverse para mirar hacia el lugar de donde provenía. No podía sentir miedo. No allí. Por eso no pudo comprender lo que veía, sino tal vez hasta un segundo antes del final, cuando aquel impensable jinete sin cabeza se detuvo ante él y con un tajo limpio y perfecto de su espada en la base del cuello le cercenó la suya.
Barras y Estrellas por Siempre
Ingeniero en sistemas argentino asesinado en Estados Unidos. Cabeza desaparecida. Las autoridades no descartan ninguna hipótesis. Las más fuertes apuntan a un ajuste de cuentas o un asesinato ritual perpetrado por una secta satánica. Esposa del ingeniero internada en neuro-psiquiátrico. Aseguró haber visto un jinete decapitado, vestido de negro, alejarse del lugar con la cabeza de su marido debajo del brazo.

Acerca del autor:
Claudio Biondino

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