domingo, 16 de octubre de 2011

Diez - Ricardo Giorno


Los árboles secos, las piedras húmedas, la niebla ocultándole los pies. Una figura —masculina a simple vista— camina por ese aquelarre de horrenda vegetación. Había cubierto sus facciones con la capucha azul de una amplia capa. Y su andar se tornaba incierto. Como si estuviese buscando algo.
De más adelante, le llegó una fetidez que sabía de antemano de qué se trataba: un curso de agua lodosa, burbujeante. Evitó respirar hondo. Sitio impuro, en verdad.
La figura se descubrió, y la mata de sus cabellos grises ondeó con el viento. Las negras cejas se arquearon, y arrugas le cruzaron la frente. La barba blanca se perdía debajo del broche de oro de la capa. Investido de oro y azul, el anciano era consciente de que su apariencia regia contrastaba con lo siniestro del lugar.
Por fin llegó a una de las márgenes del riacho.
Extendió los brazos hacia la noche, y el viento cesó. Una pequeña muestra de mi poder, pensó sonriéndose.
Se plantó ante ese lodo negro. Alzó la voz en una salmodia. Danzaron las manos al ritmo de sus labios.
El barro burbujeó aún más en una zona justo frente al anciano. Se movía como siguiéndole el ritmo a las manos.
La voz chilló en tono monocorde produciendo una melodía hipnotizante. Del barro se elevó una columna que fue transmutando burbujas por chispazos amarillos. La columna giró y se retorció y se retorció cada vez con un chasquido diferente. Para luego aplanarse en el barro como moviéndose por leyes antinaturales.
—¡No te escondas! Ven, ven a mí —dijo el hechicero—. Aparece ya ante mi todopoderosa presencia que te conjura —y tiró del broche de oro de la capa azul.
Al abrirse la capa, una esfera que colgaba sobre su pecho fulguró en amarillo.
Del lodo, ahora emergió una mano huesuda, monstruosa. Luego, una cabeza aún más bestial. Por fin, el resto del cuerpo. Del enorme cuerpo. ¡Un golem, a todas luces!
El golem, sin hundirse, caminó sobre el barro y fue hasta el hechicero y se postró a sus pies.
—Tu llamado me ha despertado —dijo con voz pastosa—. Y aquí estoy.
—Debes hacer un trabajo para mí —la esfera amarilla brillando aún más, se hundió dentro del pecho de la bestial criatura. El anciano cerró la capa y volvió a ajustarse el broche dorado. El otro, sin contestar, permaneció postrado—. ¡Obtén el Grial de estos tiempos! ¡Tráeme la Copa del Mundo!
Entonces el golem, temblando violentamente, disminuyó de tamaño. La piel se le tornó más pálida, aunque no blanca. Se transformó en un muchachito retacón, de exuberante pelo negro y rizado. Su mirada resultaba desafiante.
—Así será —dijo, y partió hacia La Paternal.

Acerca de: Ricardo Giorno

4 comentarios:

soylauraO dijo...

UN RETRATO. EXCELENTE. Giorno ha trazado un camino, va dejando miguitas para llegar al sendero de luz. Buen final y buenas imágenes sensoriales.

http://enfugayremolino.blogspot.com/

Acompañare su tarea como N426

Francisco Costantini dijo...

Comencé el relato asutadísimo y terminé sonriendo... Muy bueno, Ric, como siempre: un diez :)

Ricardo Giorno dijo...

Gracias, amigos

Ricardo Giorno dijo...

Gracias, amigos