martes, 9 de agosto de 2011

Frío - Hernán Dardes


Recién había vuelto de la sombra. Las voces y los estruendos de pronto se habían esfumado. Las tres o cuatros certezas que habían permanecido en pie tenían el signo de la claudicación. En el vacío, la humedad había hecho su reinado y la madera olía a indolencia. Los cigarrillos seguían allí, el desorden también. Las lámparas funcionaban pero la luz se me ocurrió ofensiva. Un goteo incesante había dejado un rastro herrumbroso en su pulso con ritmo de cuenta regresiva. Me acerqué al display titilante, y entre todos los sonidos posibles elegí el silencio. Recorrí el espacio lentamente, de repente sentía por ese lugar un particular respeto. La mayoría de las cosas aún me resultaban familiares, la lógica de los objetos iba reordenando los pantallazos de aquellos días. Dos vasos volcados sugerían alguna compañía; o una soledad repetida. Un creciente cosquilleo en mi pie izquierdo me recordó la falta de una zapatilla; me descalcé. Me sobresaltó el crujido de la cama; el instantáneo movimiento ascendente me devolvió fugazmente una agilidad desconocida. Volví a mi ritmo minucioso. Los cajones permanecían previsiblemente vacíos, excepto uno que directamente había desaparecido. El orden paulatinamente se iba recomponiendo. El instinto me llevó a recordar un refugio. Levanté uno de los vasos y lo repasé con la camisa desalineada. Hurgué a tientas en el cajón rebelde. Tomé la botella y la descorché en una ceremonia que recordaba más grata. Me serví. La etiqueta prometía frutas secas y tabaco. Yo solo alcanzaba a sentir frío y angustia.


Sobre el autor: Hernán Dardes

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