domingo, 6 de febrero de 2011

Silencio de lechuza – Héctor Ranea


Algunos pájaros me sorprenden. Aparecen en poemas sin ser llamados, no todos, sólo unos pocos, pero son notorios. El sinsonte, las gaviotas. Hasta son comunes los pelícanos y los flamencos, sin duda. Los ñandúes en cambio, no tienen mucha rima con la poesía y se mecen entre gauchos y pampas como hamacas plumosas. Esto viene a cuento por lo siguiente: entre la hora del ocaso y que las primeras velas se apagaban, cierta lechuza vio cómo y por qué mataron al asesino de Dorrego. Aunque la lechuza, ave de frecuente aparición en poemas desde los anónimos griegos que se llamaron Homero, es bastante chismosa y dicharachera, parece que fue bastante vapuleada por el matador del general para que no hable. La versión que nos queda es bastante confusa, por cierto, pero no habla de las cosas que esconde la lechuza entre pluma y pluma por vergüenza o por miedo. Pero la esperanza de que alguna vez lo haga no se ha desvanecido.

3 comentarios:

El Titán dijo...

excelente, don Ogui...

"desde los anónimos griegos que se llamaron Homero"

esa frase es lo más...la disfrute, la paladee, la sorbi y...en fin, muy buen cuento...

Ogui dijo...

Gracias, El Titán, griego de los de antes, si los hay. Al menos, los Titanes eran griegos, ¿no?

El Titán dijo...

Sí yo por lo menos sí, soy hijo de Prometeo y de Pandora y sino fuese por Zeus aún reinaría desde los cielos...