viernes, 12 de noviembre de 2010

Llamarlo infiltrado - Gonzalo Santos

—¡Sandoval! —dijo Jorge—. Sandoval siempre fue un narrador excelente. Deberíamos llamarlo. Hace dos horas que estamos en el bar, y me da la sensación de que podrían pasar días enteros sin que se nos ocurra nada.
—Pará la mano —dijo Ernesto, bebiendo un sorbo de café italiano—. Pensemos un poco más. Ya lo tenemos casi todo; construimos personajes con los que podría identificarse cualquiera, hasta tu abuela. Hicimos hablar a testigos estratégicos, que expresan lo que queremos decir sin la necesidad de que lo digamos nosotros. El argumento es ingenioso y…
—Sólo nos falta hacer que encaje este personaje —Jorge bebía café casi sin darse cuenta; ni siquiera sabía que ya iba por el quinto—, pero insisto: no lo vamos a lograr nunca. Hay que llamar a Sandoval. ¿Quién otro con tanta experiencia?
Entonces Ernesto apagó el cigarrillo, agarró el celular, marcó un número y esperó. Luego de varios tonos logró comunicarse con Sandoval, y le explicó todo. Hablaron cinco minutos. Cuando cortaron, Jorge ya iba por el séptimo café y empezaba a mirar para todos lados, como buscando alguien que los estuviese espiando.
—¿Y? ¿Qué te dijo? ¿Lo arregló?
—Sí —respondió Ernesto—. Ya está. Tenías razón. Ahora todo tiene verosimilitud. Al negro de la foto hay que llamarlo infiltrado, y hay que construir varios personajes-testigos que hagan correr el rumor. La noticia ya está lista. Dale, agregale eso y llevala al diario. Mañana vamos a tener un día muy duro.

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