domingo, 3 de octubre de 2010

Las mujeres que miraban fijamente al reloj - José Vicente Ortuño


Dedicado a Flori y Eulalia, con mucho cariño.

Dos funcionarias, con el abrigo puesto y el bolso al hombro, miran el reloj con gesto concentrado, ajenas a lo que sucede a su alrededor, como aisladas en una burbuja invisible. Tras ellas otros funcionarios esperan con ansia que el reloj marque la hora de salir, una hora que parece no llegar jamás.

En general la gente mira los relojes muchas veces al día, la mayoría sólo para saber la hora, algunos como obra de arte, otros como objeto de lujo y, los menos, como máquina de precisión. Sin embargo, para las funcionarias Mariflor y Marimar el hecho de mirar el reloj se ha convertido en arte y ciencia a la vez. El reloj que miran no es una obra de arte del siglo XVIII, ni uno de lujosa marca que podría lucir en la muñeca cualquier ejecutivo. Ellas observan el reloj de fichar de su lugar de trabajo. Un modesto y anodino artefacto de plástico gris, pantalla de cristal líquido bicolor y diseño funcional, que marca implacable la hora de entrada y salida a los funcionarios de la Jefatura de Tráfico.
Las funcionarias miran fijamente el reloj, pero no guardan silencio. Como todo buen empleado público son multitarea y pueden mantener la atención sobre el reloj y, al tiempo, conversar sobre la bisutería de dos euros con la que se adornan, las increíbles gangas que se pueden encontrar en Saldos Canarias y lo mono que le queda a alguna de ellas una prenda comprada en el bazar chino de la esquina.
Hace años que invariablemente se plantan ante el reloj a las 14:28 y lo miran fijamente hasta que marca las 14:30. Sin embargo, ignoran que ese sencillo acto genera unos efectos inesperados y está a punto de desencadenar una ola de sucesos de consecuencias inimaginables. Intentaré explicarlo de forma sencilla…
Cada día, cuando las dos mujeres miran finamente al reloj, lo hacen a 75,4 y 80,7 centímetros respectivamente. Sus miradas convergen en un ángulo de 33,5º de separación, pero con una inclinación este-oeste de 17,3º, a causa de la diferencia de estatura entre ellas. El plano de la pantalla del reloj se alinea en vertical con el eje de la Tierra y en horizontal forma un ángulo obtuso con el plano de la órbita de la Luna...
¿Qué dices, que no comprendes nada? Pues no pongas esa cara de merluza al horno, ¡que deberías haber estado más despierto cuando lo explicaron en los documentales de “La 2”!
El caso es que la convergencia de sus miradas desde esos ángulos en concreto, sumado a la microgravedad de las masas de cada una de ellas, genera una singularidad cósmica, un micro agujero negro, cuyo horizonte de sucesos estaría concentrado en un punto del espacio-tiempo del tamaño de un fotón. Las fuerzas gravitacionales y electromagnéticas de este fenómeno, único en el universo, aplicadas al mecanismo del reloj, dilatan el tiempo de forma muy sutil, de forma que, día tras día, los funcionarios que fichan tras ellas pierden el metro por escasos segundos. Al llegar más tarde a sus casas, se tienen que comer la sopa fría, los filetes momificados, la ensalada mustia y el pan duro, lo cual les produce una pésima digestión, que genera gases innobles que tienen que expeler tarde o temprano, destruyendo la capa de ozono y, como efecto secundario, aumentando la radiación ultravioleta y el calentamiento global.

Ajenas a que su acción está llevando el mundo al desastre, las dos funcionarias, con el abrigo puesto y el bolso al hombro, miran el reloj con gesto concentrado. Mientras el mundo se va al carajo, los demás funcionarios perderán el metro una vez más.


4 comentarios:

Un tipo dijo...

Excelente texto.

Ogui dijo...

Caramba con el microagujero negro generado por esas funcionarias... ¡Termina con la vida en el planeta!
Muy bueno, José... muy divertido y bien planteado...

Florieclipse dijo...

Fantástico. Bien contado. Palabras justas. Todo en su lugar y en su momento.
Y sí... hay mucho de verdad en tu cuento, José. Yo estoy 99% convencida de que en todas las catástrofes mundiales tinen algo que ver los miembros de la burocracia.

Claudio Biondino dijo...

Otra que el efecto mariposa, jajaja, muy bueno!