jueves, 7 de octubre de 2010

Baño relajante - Víctor Lorenzo Cinca



He esperado este momento durante meses y por fin hoy ha llegado el día. Esta mañana muy temprano, mientras desayunábamos juntos en la cocina, mis compañeros de piso han ido contando sus planes para la jornada, reuniones, citas y demás, y me he dado cuenta de que durante un par de horas, de seis a ocho, el piso se quedaría vacío para mí solo: todos tenían la tarde ocupada menos yo, que por suerte hoy sólo me ha tocado trabajar media jornada.

A las seis, Carla se despide con un disfruta y un portazo y me quedo, por fin, solo. Voy a mi habitación, cojo todo lo indispensable, y de camino al baño voy quitándome la ropa y dejándola desperdigada por el pasillo. Ni siquiera cierro la puerta, para qué. Regulo la temperatura del agua y me siento en la taza para observar cómo se llena poco a poco la bañera, como cuando era niño. Coloco lo necesario sobre la tapa del váter, al alcance de la mano desde la bañera, y tiro un poco de jabón bajo el chorro, para entretenerme. Empieza a llenarse de espuma la superficie, lentamente, y sonrío nostálgico mientras apago la luz y enciendo un par de velas y una barrita de incienso. Me introduzco en el agua tibia, cierro el grifo, y a tientas busco sobre la tapa algo que necesito, a la vez que suspiro relajado.

Al fin pude hacerlo. Necesitaba estar solo un par de horas, porque con alguien merodeando por el piso me daba vergüenza. Ahora, en silencio, noto cómo mi cuerpo se va adormeciendo, cada vez más liviano, más frío. Sólo una cosa me apena: no poder ver la cara de mis compañeros cuando regresen y me encuentren en la bañera con la muñecas abiertas, rodeado de espuma roja y la cuchilla manchada de sangre sobre la repisa blanca.


Tomado de Realidades para Lelos
Imagen: "Espuma" tomada de http://www.see-art.com/pages/indij.html

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