viernes, 3 de septiembre de 2010

Ser ella - Susana Pagliaminuta


Sabía que podía ser ella. Que yo podía ser ella. Por eso me detuve a mirarla, antes de bajar las escaleras del subte. Sólo ese día supe que podía ser ella. Antes no, todas las otras veces que la vi sentada allí, no lo supe. Pero ese era un día de conciencia plena, de saberlo todo. Y fui ella cuando vi mis manos sucias, agrietas, lastimadas, mis uñas largas y ennegrecidas. Cuando sentí -sin saberlo, porque cuando fui ella nada sabía- muchísimo calor, cubierta con el andrajoso abrigo de invierno, en una tórrida tarde de 40° en Buenos Aires. Cuando fui ella tuve la mente sin memoria, vacía, hueca, percibí como habitual mi propio hedor, sentí como normal la molestia de las liendres y los piojos, sin evaluar estas circunstancias entonces, sino ahora, claro. Aún siendo ella miré la gente que bajaba las escaleras del subte y estiré la mano sin saber lo que hacía, en gesto de mendigar. Pronuncié palabras sin sentido. Insulté quedamente a la gente sin saberlo, mis actos eran sólo reflejos de una vieja conciencia. Todo lo hice mecánicamente, con la mente sin pensamientos. Sin tristeza ni alegría. Sin ningún otro sentimiento intermedio entre la tristeza y la alegría. Y sin ningún otro sentimiento. Miré mis tobillos hinchados, con llagas abiertas. Sentí que dolían y ardían, pero no pensé en ello. Sentí lo muelle y húmedo de la infección de la espalda, oculta bajo capas de ropa sucia. Muy sucia. De antigua suciedad. Comí algo sin sentir placer, masticando con dificultad. Mis dientes estaban devastados. Escribo una vez más, y sé que soy insistente, que cuando fui ella no consideraba nada acerca de la infección, la suciedad o el estado de la boca. Sólo sentía sin valorar. Poco a poco, todavía siendo ella, me adormilé, mirando sin ver a la mujer alta que me observaba desde arriba de las escaleras del subte.

Ha pasado ya un tiempo desde que fui ella. Y lo fui por un lapso breve, seguramente, porque esa noche -la del día en que fui ella- llegué a casa más o menos a la hora habitual. Desde entonces he sido yo, pero modificada por haber sido ella.

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