domingo, 21 de marzo de 2010

Quimera - Andrés Terzaghi


El inventor de esta endiablada cosa enloqueció tratando de averiguar para qué sirve y qué es, porque en realidad sirve para todo pero no se sabe qué es. Al poner en funcionamiento el aparato comienza a cambiar de forma a cada segundo y por lo tanto también su utilidad. Hemos estudiado las combinaciones por separado con la ayuda de una sofisticada cámara fotográfica. En uno de esos cambios que alcanzamos a fotografiar, vimos un artefacto parecido a un reloj pero en vez de manecillas tenía dos barras de uranio. Nos dimos cuenta que si en ese preciso segundo que tomó dicha forma llegaba a marcar por ejemplo las doce en punto, coincidiendo ambas manecillas, el laboratorio junto con la ciudad y zonas aledañas se vaporizarían formando un gigantesco hongo de fuego y humo. Motivo por el cual no nos atrevimos a ponerlo otra vez en funcionamiento.
Nos resignamos contemplando en esta invención la solución de todos los problemas del mundo y simultáneamente su destrucción.
Fíjese, en esta otra fotografía que hemos tomado al principio. Advertimos en ella que el aparato había tomado la forma arquetípica de sí mismo, cual sui géneris. Hoy estamos estudiándola junto a un equipo de pacientes del hospital psiquiátrico porque consideramos que esa foto podría ser el manual de uso del aparato. Los locos entienden muy bien los laberintos de la ciencia. Por el momento descifraron el 50% de la enigmática forma arquetípica.  

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