martes, 16 de marzo de 2010

Atención. Para escritores - Héctor Ranea



Me dirijo a los escritores para ver si pueden sacar literatura de esto que me sucedió. Resulta que cumplí un deseo de mi esposa limpiando la biblioteca bastante a fondo. Al tomar un libro de viajes, se cayó de él una tarjeta que buscaba desde hace mucho tiempo y que creí perdida. Esa tarjeta era de un coleccionista que conocí circunstancialmente en un negocio de La Habana donde compré agua.
En la misma está la lista de cosas que quisiera que uno le mande. Imagínense (se los comento para que usen el detalle en la trama, si fuera posible) que toda la lista la hizo entrar dentro de una tarjeta de presentación. Ocho centímetros por cuatro, máximo. Hechas a mano en papel tipo madera. Está escrita en letra pequeñísima de maestro retirado pero, además, a la lista la precede un preámbulo muy respetuoso en el que explica las razones para el aparente desvarío de juntar tantas cosas diversas.
En resumen, este hombre (que da nombre, dirección y forma de encontrarlo, para quien me lo pida) solicita a quienes puedan facilitarle, ya retornados a sus casas, diversos implementos que él colecciona. Como noté que algunos no tenían ningún sentido, le pregunté por qué y él me dijo si conocía yo algo que sí tuviera sentido y que él, con todo gusto, lo coleccionaba por mí. Porque, de hecho, parece que no sólo coleccionaba para él, sino para mucha más gente. Es más, me estaba ofreciendo sus servicios como coleccionista, sin ir más lejos.
Cuando encontré la tarjeta muchas cosas de ese encuentro me volvieron a la mente. Tal vez a ustedes, con conocimientos profundos de literatura, les sirvan como enlace en cuentos, en novelas en las que necesiten personajes especiales. Incluso recurro a periodistas que quieran notas de color para sus noticieros o sus diarios. Esta persona, alta, anciana, canoso, de tez color habano y vestido correctamente con un jersey color habano claro y un pantalón de espigas en color gris claro y camisa blanca como las canas, me pareció un personaje de un cuento que jamás vi escrito en parte alguna. Aprovechen.
Lo que colecciona es literalmente de todo. Podría haber empezado y terminado diciendo que coleccionaba etcéteras, porque así lo terminaba en su habitual abreviatura. Pero desde botellas vacías de ron, botellas diminutas llenas o vacías, cinta de embalar con logo impreso, tapas de gaseosas de todo el mundo, sellos postales, sellos de profesionales muertos, monedas, encendedores, pedazos de cordón de embalar, frascos de medicamentos, cajas de cartón de medicamentos, golosinas masticables, golosinas de caramelo duro, cajetillas de cigarrillos vacías o llenas, broches para ropa, adornos para el pelo, restos de dientes de leche, anteojos, botellas de vino, botellas con naves, gusanos del mezcal, tarjetas conmemorativas, tarjetas conmemorativas de apariciones de espíritus, campanas de bronce para llamar al personal doméstico, cascabeles, instrumentos de cirugía, medallas de guerra, medallas de concursos de poesía, medallas al mejor promedio en ciencias naturales, medallas al valor, sentencias de muerte a violadores, sentencias a proxenetas, libros de viajes por países africanos, películas para niños escritas y dirigidas por desconocidos que luego se hicieron conocidos, herramientas en desuso, tapas de corcho de botellas de vino, etiquetas de cigarros cubanos, portorriqueños, brasileños, tiques de supermercado, hologramas de tarjetas de crédito, planos de máquinas de masturbación masculina y femenina, etc.
Así reza la tarjeta (creo no olvidar ningún artículo, aunque cito de memoria). Obviamente, les llamo la atención sobre los últimos ítems porque fue ahí donde me detuve yo, y no sólo por ser el final de la lista. De hecho, sobre eso fue lo primero que le pregunté. El me contestó (pero es cierto que el tono de quien habla en Cuba no lo dominaba) que coleccionaba eso porque una señora de su jurisdicción le había contado que en un congreso en Praga había visto un museo de esas máquinas y querría coleccionarlas así que la ayudaba pues a tiempos muertos él, el coleccionista hacía de carpintero y podría conseguir replicarlas de tener los planos. Subrepticiamente, para que no lo viera mi esposa, me pasó un álbum lleno de fotocopias de estas máquinas siendo usadas sea por él que por la señora a quien él complacía. Debo decir que esa mulata era bellísima.
Así que ya saben, con este material tal vez puedan hacer un buen cuento. O tal vez varios. Me imagino, por ejemplo, qué querría hacer alguien con las tarjetas conmemorativas de apariciones de espíritus y me surgen un montón de ideas pero claro, no tengo cómo conectarlas apropiadamente y los cuentos salen muy, muy malos.

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