viernes, 1 de enero de 2010

La enfermedad de las musas - Guillermo Fernando Rossini



La certeza de la enfermedad de las musas la tuvo cuando su cuaderno de notas empezó a tener los primeros síntomas. Sus viejas poesías, sus esbozos de cuentos, sus cartas de amor inconclusas iban desapareciendo del papel como si hubieran sido escritas con algún tipo de tinta con fecha de vencimiento. Intentó copiarlas en otro cuaderno, en cien papeles diferentes y nunca llegaba a terminar de transcribirlas porque se escapaban de su memoria antes de terminar. Y cuando podía recordar una estrofa más o un párrafo, el anterior ya no estaba.
—Una especie de gripe —le dijo el dueño de la librería—. Libérese de todos sus escritos antes de que lo contagie a usted y le quite la inquietud por la escritura. Afecta a las musas. Están muriendo poco a poco.
—¿Pero, y todo lo que escribí? —preguntó angustiado el escritor.
—Está contaminado. Sus escritos están ahora en cuarentena, señor. Le sugiero que no siga escribiendo hasta que se declare el fin de la emergencia.
Antoine salió del local, cabizbajo. La luz mortecina de la tarde nublada no ayudaban a mejorar su estado de ánimo.
—¿Y qué voy a hacer yo, si lo único que sé hacer es escribir? —gritó en una desierta calle empedrada.
Caminó hasta la esquina y dejó caer su cuaderno, ya en blanco, en una alcantarilla.